EL QUINTO PATIO

Mensajes cruzados

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Podríamos pasar horas analizando el mensaje de José Pepe Mujica, el expresidente uruguayo y actual senador, quien durante más de una hora compartió ante un auditorio encandilado sus ideas sobre el buen gobernar, la equidad, el respeto y la importancia de comprender la diferencia entre el éxito y la mera acumulación de riqueza material. Pero aun si lo desmenuzamos palabra por palabra, nuestra manera de ver al mundo persistirá encadenada a un sistema materialista fincado en la mente desde la cuna misma.

Mujica habló de generosidad. Esta palabra se encuentra muy raramente en el discurso político. Significa el acto de dar sin esperar nada a cambio. Dar, como gesto supremo de desprendimiento y aceptación de una hermandad humana sin distinciones ideológicas ni de credos, sino desde la concepción de una identidad común, una especie común.

El salón en donde el expresidente Mujica disertó —con esa parsimonia que le es característica— estaba lleno a reventar. Allí se dieron cita políticos, empresarios, diplomáticos y un vasto contingente de representantes de todos los sectores de la sociedad guatemalteca, ansiosos por escuchar su mensaje. Y el mensaje estuvo allí, flotando en un ambiente tan diverso como atento y sin duda también escéptico. Lo cual resulta comprensible, toda vez que Guatemala se encuentra en un punto de inflexión que la puede llevar a la ruptura de la institucionalidad o a una etapa de reconstrucción de su Estado colapsado y corrupto.

No será Mujica ni sus ejemplos vivenciales lo que romperá el círculo de la codicia y el egoísmo imperantes en los altos círculos de poder de esta sociedad. Su mensaje suena en los oídos de quienes toman decisiones como una música bella y romántica pero lejana, ajena a nuestra realidad, y es probable que ni siquiera rozara la superficie de las decisiones ya tomadas, los planes ya hechos y las negociaciones ratificadas en vísperas de unas elecciones oscuras.

Las buenas intenciones de los organizadores —la Fundación Esquipulas para la Integración Centroamericana— y sus diversos esfuerzos para crear puntos de convergencia y desarrollo de propuestas destinadas a construir mejores sociedades, quedan empantanadas en los hechos ya consumados, en unas clases política y empresarial empecinadas en conservar el poder gracias a los instrumentos legales que han creado ellas mismas.

La transformación de nuestras comunidades en comunidades verdaderamente humanas, solidarias e incluyentes, depende de cambios profundos en sus idearios, en sus comportamientos y en sus aspiraciones. La manipulación ideológica, así como la complicidad de otros sectores para la conservación de un sistema caduco y pervertido es precisamente la antítesis del mensaje del expresidente uruguayo. Él vino, habló y se fue. Aquí quedaron políticos, líderes comunitarios, empresarios y otros miembros influyentes de la sociedad, en quienes Mujica de algún modo delegó el paso siguiente: actuar con conciencia, inteligencia y humanidad. Si asimilaron la idea central y en algo cambian las decisiones, nunca como ahora es el momento de demostrarlo.

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