EDITORIAL

Terrible realidad supera a la ficción

Lo único que los unía por las noches era la miseria, relata Miguel Ángel Asturias en las primeras líneas de su célebre novela El Señor Presidente, cuando se refiere a los numerosos vagabundos que al caer el sol se movían en torno al Mercado Central para pernoctar en los corredores del Portal del Señor.

Todo un derroche de riqueza literaria con la que el premio Nobel de Literatura guatemalteco describía la vida en torno a la Catedral, un cuadro de desolación en el que deambulaban seres esperpénticos que servían de fondo a una vida de opulencia y pleno control de las autoridades políticas de la época, una tiranía que se extendería por largos 22 años, desde 1898.

Un siglo después, en escenarios un poco más apartados de los edificios que simbolizan el poder político y religioso, el drama y el terror que embarga a centenares de mendigos se prolonga infinitamente hasta trascender autoridades y gobiernos, que poco han podido hacer para erradicar ese flagelo, ahora evidentemente multiplicado.

Lejos de eso, la situación es ahora más dramática, incluso hasta terrorífica, al conocerse de un nuevo ataque contra indigentes, lo que ha despertado el interés de las autoridades porque en lo que va del año también se ha reportado la muerte de 21 de ellos, mientras que otros ocho han resultado heridos. Lo peor: se sospecha que al menos una tercera parte de esos ataques han sido cometidos por un solo desalmado asesino en serie.

Aunque esas muertes todavía no han captado la plena atención que merecen por parte de las autoridades, la cantidad de víctimas mortales o heridas, muchas con evidencias de abuso sexual, debe encender las alarmas, por los claros síntomas de que son producto de una mente enferma, también por los extremos rasgos de violencia hallados en los escenarios de los crímenes.

Si bien las autoridades podrían justificar que ya tienen suficiente trabajo, no se deben escatimar recursos en investigar esta cadena de asesinatos. Tampoco es conveniente no descartar ninguna hipótesis, ya que esos ataques aún podrían cobrar muchas víctimas.

Tampoco se debe olvidar que en la zona 4 capitalina opera desde hace varios años un grupo de matones a sueldo a los que les han puesto el mote de Ángeles de la Muerte, por la virtual “limpieza social” que han cometido en los alrededores del mercado La Terminal. De todas maneras es importante impedir que se propaguen esas atrocidades.

Los múltiples rezagos que afronta Guatemala hacen mucho más difícil que institucionalmente se emprendan campañas para erradicar la mendicidad de las calles citadinas, pero no es con la desaparición física como ese problema podrá superarse, mucho menos si esos ataques quedan impunes.

Los escenarios de los crímenes son ahora más macabros que los relatos evocados en la ficción. Al conocerse los detalles de los hechos surge una realidad lacerante que incluso supera las condiciones angustiosas en que vivían los mendigos del Portal del Señor que hace más de cien años retrató con maestría Miguel Angel Asturias.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: