Comunitario

Río muere lentamente

Trece días después de que se detectara el desastre ecológico en el río La Pasión, en Sayaxché, Petén, las secuelas de la alta contaminación persisten porque se detuvo la pesca y la población no puede tomar o usar el agua del cauce por temor a que continúe envenenada.

Una tubería de tamaño industrial que sale de los terrenos donde se cultiva palma africana vierte agua gris y verde, con fétido olor, al río La Pasión.

Una tubería de tamaño industrial que sale de los terrenos donde se cultiva palma africana vierte agua gris y verde, con fétido olor, al río La Pasión.

Los comunitarios que viven a lo largo de la ribera señalan a la empresa Reforestadora de Palma de Petén, S.A. (Repsa), como la responsable de la tragedia; estos se defienden y señalan que hay más fincas.

Prensa Libre visitó la aldea El Pato, ubicada a 355 kilómetros de la capital, donde se presume comenzó la contaminación. La localidad, que tiene dos mil 200 habitantes, colinda con tres empresas que se dedican al cultivo de palma africana.

Pese a que en el lugar ya no se ven peces muertos en la superficie del río, la penuria aún empieza. Las personas no pueden pescar ni utilizar el agua, debido a que las autoridades prohibieron usar los recursos naturales por riesgo de toxicidad.

Más de la mitad de la población labora para Repsa y el restante porcentaje obtiene trabajo indirecto de las actividades de la empresa.

Los comunitarios se niegan a hablar o dicen que tienen temor de comentar sobre el desastre ecológico.

Dos personas accedieron a hablar, pero solicitaron el anonimato. Una asegura que el problema de la mortandad de peces ya ocurrió cuatro veces y que la empresa Repsa es la culpable.

“A principios de este año contaminaron un arroyo que está en su propiedad y los peces muertos salieron al río. Hace cuatro meses murieron cientos de peces de un afluente del río que se llama San Ignacio. Aparte están las muertes de mayo y junio”, señaló la fuente.

Los comunitarios afirmaron que en el afluente San Ignacio, “trabajadores de Repsa hicieron un relleno de unos 350 metros” para evitar que el contenido de las pilas de oxidación de residuos ingresara directamente al río.

“La lluvia provocó que el agua contaminada se desbordara del relleno e ingresara de todas formas al afluente”, resaltó.

Recorrido

Desde la aldea, Prensa Libre hizo un recorrido en lancha por más de 40 km río arriba y constató que hay varios factores que contribuyen al desastre.

El afluente San Ignacio está ubicado a unos cinco km de la comunidad y en sus aguas se sienten olores nauseabuandos. Los comunitarios dicen que “esto es común desde hace meses”.

En este mismo lugar hay otro problema biológico previo, pues hay una sobrepoblación del bagre acorazado, también llamado “pez diablo”, una especie traída de Sudamérica, que supuestamente ayudaría a “limpiar” el río.

Sin embargo, ese pez dañó a las especies originarias. “Este pez no se puede comer, destruye los trasmayos y ha provocado heridas a varias personas porque tiene una espina filuda en la cola”, afirma uno de los entrevistados.

Desagüe en el río

Siguiendo el recorrido río arriba se constató que de los terrenos de Repsa donde se cultiva palma africana sobresale una tubería de tamaño industrial que vierte líquido gris y verde, el cual cae directamente al río La Pasión.

Al pasar cerca del lugar se puede sentir el mismo olor fétido que en el arroyo San Ignacio.

Según confirmaron varios comunitarios, cuando comenzó la mortandad de peces “una empresa palmera ofreció pagar Q200 para que las personas retiraran del río los peces que pudieran en el día”.

En el recorrido se observaron plantaciones de maíz, cuyos fertilizantes acaban en el río y mujeres que lavan a la orilla del afluente, pese a la prohibición de las autoridades.

Según pobladores de El Pato y la aldea Champerico, luego de que comenzó la masiva muerte de peces, varios animales domésticos también murieron.

Entre ellos hay gallinas, patos, perros, e incluso en una comunidad reporta que un caballo murió aparentemente por beber agua contaminada.

Las personas lamentan que el Gobierno y las autoridades ambientales no hagan nada para detener la contaminación que aqueja el área. “El río se está muriendo, solo se hace bulla cuando pasa algo muy malo, pero nadie logra nada”, lamentó un comunitario.

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