La vida es bella
dirigida y caracterizada por el mismo Benigni, se sitúa en el contexto histórico del año 1939, en el tiempo de entreguerras e inicio de la Segunda Guerra Mundial, una época caracterizada por los totalitarismos como el nazismo y el fascismo. La historia se basa en el libro Al final derroté a Hitler, de Rubino Romeo Salmoni, judío italiano de Toscana, deportado a Auschswitz y sobreviviente del Holocausto. Esta tierna historia fue galardonada con más de 50 premios internacionales, entre ellos tres óscares, como mejor película extranjera, mejor protagonista y mejor columna sonora, filmada entre Arezzo, Montevarchi, Castiglion, Fiorentino, —todos pueblos de Toscana, la región donde nació y vive Benigni—.
Y justo en Papigno se filmó gran parte de la película, donde existe una vieja fábrica clausurada y pudo recrearse un campo de concentración nazi.
La Vida es bella fue caracterizada por un gran actor, pero mejor aún es su argumento, que trata del gran amor de un padre a su hijo y esposa, quien construye una historia de fantasía paralela a la cruda realidad que están viviendo, para que el bambino piense que todo es un juego, en lugar de una historia de horror y muerte.
Esta película me hace meditar en que a pesar de que el Holocausto fue un tiempo lleno de tinieblas, que terminó con la muerte de más de seis millones de judíos que fueron vilmente torturados y asesinados, también en esos momentos de aflicción y dentro de esa profunda oscuridad hubo destellos de luz, a través de seres humanos maravillosos, que ofrendaron su propia vida por salvar la de su familia. Además existieron héroes extranjeros que se arriesgaron a salvar cientos de vidas de judíos, como Oskar Schindler, quien siendo un industrial alemán creó la ahora famosa lista de Judíos de Schindler, a quienes les proveyó de inmunidad frente a la persecución nazi al emplearlos en sus fábricas.
También en Italia fue Giorgio Perlasca quien ayudó a salvar a muchos judíos de los nazis y del Holocausto. Por ello estos dos grandes hombres y otros como ellos fueron luz en la oscuridad y han recibido el premio Justo entre las naciones. Porque “quien salva a un hombre salva al mundo”. Y para recordar a aquellos que fueron una luz en medio de la oscuridad, en Jerusalén existe el Jardín de los Justos, donde se conmemora a esos grandes seres humanos.
En este mundo siempre habrá maldad, pero de igual forma encontraremos la luz y la bondad de los hombres justos, que alumbrará siempre el camino de la esperanza de quienes sufren.
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