Vestía con los mismos pantalones vaqueros del día anterior. Su pelo blanco y revuelto y una mirada incisiva y punzante no dejaban rastro del whisky y champaña francés de la pasada noche.
Horas antes de la entrevista, en un café madrileño, me preguntaba si había algo de casual en el hecho de que en el umbral del nuevo siglo, se hubiera concedido el premio Cervantes de Literatura a una de las figuras más emblemáticas y significativas de la España contemporánea, porque, y poca es la duda que queda de ello, Francisco Umbral es algo más, mucho más, que una referencia, punto o cita para entender la cotidianidad española y europea.
¿Cómo negar lo anterior? ¿Con qué fundamentos? Ahí están sus ochenta libros publicados y sus miles de artículos y columnas que ha escrito a lo largo de los últimos cuarenta años: Umbral es, antes que nada, un escritor comprometido con la realidad que observa; un intelectual que aspira a transformar el mundo con su pluma.
Como Zola, acusa. Como Balzac, pasa su espejo sobre la calle. Como Larra, llora cada mañana sobre la injusticia. Y España, sin Umbral, no podría entenderse.
[2a11feb01.jpg,>,”Creo que mi humor es fundamental en todo lo que escribo. Y sin el humor pienso que no podría entenderme bien con el lector”. Francisco Umbral Escritor y periodista.]
Periodista escritor
La escritora Maruja Torres comentaba que en su caso, ella festejaba que el Umbral periodista hubiese obtenido el Premio Cervantes, porque el periodismo, como oficio, necesita de elementos que respeten el idioma, y a lo mejor, con el ejemplo, “nos animamos todos a dejar de maltratarlo con invenciones verbales que prefieren adoptar la retórica simplona que utilizan los políticos antes que ponerse a trabajar seriamente, como Francisco Umbral ha hecho desde su columnismo impecable”.
Nada más cierto. Y quizá el gran reconocimiento, detrás de este Cervantes, sea que Umbral ha sabido y ha sido capaz de elevar el periodismo a la categoría de gran literatura. El periódico madrileño El Mundo lo resumió de la siguiente forma: Umbral no es sólo un gran innovador del lenguaje. Es también un cronista de lo cotidiano, un observador implacable de la vida de las grandes ciudades. Si el periodismo es el género literario del siglo XX, como se ha dicho en más de una ocasión, Umbral ha conseguido mejor que nadie en sus columnas esa fusión del arte con la historia.
Sin embargo, Francisco Umbral, madrileño de 65 años, considera que el Cervantes no es un premio a su columnismo. “Es un premio”, dice, “literario. Pero a la vez un premio político, una disputa entre la España felizmente desaparecida y una España un poco más actual”.
La conversación ha iniciado. Le pregunto si el premio entonces hay que entenderlo como un triunfo de la modernidad sobre el progreso.
“No puede ser de otra forma. Creo que los grandes premios oficiales, como el Nobel, tienden siempre a premiar una obra conclusa, cerrada, y por lo tanto una obra que va perdiendo actualidad en el tiempo”.
“En este caso mi obra está muy viva y en marcha. Yo soy más joven que algunos de los premiados con el Cervantes. Premiar a un escritor vivo, en todos los sentidos, me parece un acierto y así lo están expresando los jurados y las autoridades que patrocinan el premio”.
Pero nunca la deliberación del jurado del Premio Cervantes, desde que se creara en 1976, había sido tan larga. El anuncio del que se considera como Nobel de las letras en español se hizo esperar tanto porque la lista de los candidatos, dicen, “era verdaderamente importante” y en ella figuraban autores como el venezolano Arturo Uslar Pietri o el español Pedro Laín Entralgo.
El Premio ?eso dicen– le fue concedido a Umbral por mayoría del jurado. Su presidente, el director de la Real Academia de la Lengua, Víctor García de la Concha, dijo que Umbral es “un verdadero creador del lenguaje; un creador absolutamente original que va innovando constantemente y que ha cultivado una enorme amplitud de géneros literarios, como la novela, el ensayo y el artículo”.
Lector de clásicos
Una de sus pasiones, admite Umbral, es la reelectura de los clásicos. Si está de buen humor, como sucede pocas veces, lanza sus ya sabidas críticas sobre Cervantes y El Quijote, para luego, tras varios silencios de prueba y suspenso, dejar caer la piedra y reventar diciendo que Quevedo, y no Cervantes, es el gran escritor español.
“Lo anterior”, comenta Umbral, “en cuanto a creación de lenguaje y de idioma, porque todos estamos de acuerdo en que Quevedo es superior a cualquiera. Borges lo equipara repetidamente a Shakespeare, Milton y Dante, pero con Cervantes no sucede lo mismo”.
Le recuerdo que había declarado que El Quijote “es una novela escrita por un soldado a partir de una acumulación de historias, aunque con una prosa ligera y con gran madurez”.
“Sí, sigo pensando lo mismo. Pero un libro tan rico y tan denso como El Quijote no lo escribió nunca Quevedo. Pero le repito que, como creador del lenguaje, Quevedo es único”.
Umbral deja escapar la posibilidad de que su discurso de agradecimiento por el premio Cervantes verse sobre el tema Quevedo-Cervantes. “Quizá”, dice, “pero no lo sé todavía. Es un asunto muy sensible”.
Reglón aparte, Umbral se considera representante de la posmodernidad y la ironía. Dice que lo hace con la idea de que el hombre que está cambiando de siglo y de milenio es fundamentalmente irónico. Al termina la conversación, Umbral se refiere al nuevo libro en el que se encuentra trabajando. “A nadie le he adelantado nada. Solamente puedo decirle que ETA será una de las protagonistas”.