Vida

Las “hembristas”

Hay mujeres que han confundido el feminismo con el machismo en faldas.

Así como a principios del siglo XIX sobresalieron Los Chocanitos, la Maciste y uno que otro loco callejero, en la Guatemala actual destacan algunos personajes folclóricos.

Se trata de las machistas con faldas, de las mujeres que se hacen pasar por feministas pero que en realidad son la versión mujer de los machos.

Se las dan de intelectuales, de izquierdistas, de progresistas; de sus bocas salen discursos más o menos articulados en favor de los

derechos de los niños, de los de la mujer; ellas componen el mundo en cualquier cantina y les encanta fumar de pata cruzada como lo hacen los machos.

El hembrismo es una mujer con olor a siete machos, insegura, hipersensible y autoritaria. Las hembristas detestan a las mujeres de aspecto delicado, y envidian a la feminista real. Las hembristas derribarán el muro de la falocracia para erigir el de la vaginocracia. No soportan que otras tengan marido, hijos, y que sean felices yendo al súper.

Usan

Falda al ojo del tobillo, botas de combate, arete en la lengua, cabellera peluda y odian a los hombres. Visten lo más Frida Kalo que se pueda, pero no les sale, tienen el aspecto de un costal de brin, con peluca y ojos.

Y en el fondo también sueñan con su macho panzón Diego Rivera. Para ellas, la sartén es un traste opresor con mango fálico que manipula a la compañera carne, a la compañera papa y a la compañera cebolla.

Salen peleando de una ONG y entran a otra. Alegan que esos lugares son nidos de machos. Si pelearon con otra mujer, alegarán que se trata de una machista resabiada.

Ya con un par de cervezas entre pechos y espalda, las hembristas suelen tocar temas trascendentes y profundos como Silvio Rodríguez, Milanés, y los asuntos internacionales. Y ahí se la pasan horas, hablando de progreso, de Cuba y, (en sus excesos) las hembristas extremadamente… ingenuas, todavía se tatúan al Che a media lengua.

Si van a una manifestación, escupen ante la policía. En la vida diaria, creen que con odiar al ejército dan su aporte social.

No planchan porque la plancha tiene agarrador. El tubo del champú tiene forma de ?eso?, igual el jabón, el mouse, los dedos, la camioneta, la carretera, el edificio, todo les parece ?eso?.

En un autobús serían capaces de agredir a quien les ceda el asiento; no soportan que un hombre les abra la puerta, ni que no se les admita en la Selección Nacional de Fútbol.

Puede verlas en los bares de la zona 1, en los de la zona 10, en la Sexta Avenida, y a veces en los cafés de Colloquia y en el de Sophos. También en las manifestaciones y en los conciertos al aire libre. El opuesto exacto del machismo no es el feminismo, sino el hembrismo, término que no existe en el diccionario, pero ya es hora de que lo incluyan.

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