Todos lo saben, todos lo repiten en voz alta (o algunos, en voz baja, avergonzados). Todos son duchos en dictar soluciones, pero ¿quién puede hacer algo al respecto? En setentidós años de copas mundiales, los seleccionados ni siquiera han logrado clasificar para la primera ronda, porque -para variar- ?casi? metieron suficientes goles (a fin de obtener ventajas matemáticas imposibles), ?casi? ganaron un partido decisivo (después de perder todos los demás), ?casi? empataron (en tiempos extras), ?casi? esto, ?casi? lo otro…
?…a pesar de la voluntad que los muchachos han demostrado …los resultados han sido adversos …cuando la suerte está en contra no hay poder sobrehumano que ayude …el fútbol es así?, etc, etc, etc.
Qué tremendismo cuasi-religioso para disculpar hasta a los más chambones, como si el antídoto para la incompetencia consistiera en encomendar el desenlace de un juego a una divinidad. Con qué facilidad se articulan evasivas y descargos de responsabilidad. Cómo aúllan para que renuncien los directivos, para pedir la cabeza del entrenador, para chillar a causa de ?la mala fortuna?, para maldecir ?el mal momento? que pasa el combinado azul y blanco…
Y… allí van los millones que tanta empresa privada -y pública- están dispuestas a gastar para dárselas de patriotas (perdón -quise decir: en ?apoyar? al fútbol guatemalteco). En cambio, ¿qué pasa a la hora de financiar inteligentemente las manifestaciones culturales de estas tierras? Aaah… para eso nadie suelta ni quinto.
Financiar inteligentemente las manifestaciones de la cultura guatemalteca. Financiarlas inteligentemente. Vale decir: invertir de manera resuelta, y con visión a largo plazo, la permanente dotación presupuestaria indispensable para preparar, cimentar, alzar y hacer fructificar los proyectos culturales de Guatemala. Sí, manifestaciones de la cultura.
Mas, no ?cultura? en esa angosta concepción que la reduce a una etiqueta para entretenimientos rústicos, distracciones nostálgicas, ajados festivales de parque, con sus ostentaciones nacionalistas vacuas y marchitas, en infinitas repeticiones de la pequeñez que igual caracteriza al millonario, que al miserable, en este país.
Manifestaciones culturales que, en definitiva, incluyen al deporte, además del arte y de la ciencia, pero que no se limitan a lo que sólo sirve como cartelera publicitaria, ni sacrifican la propuesta estética, ni la objetividad científica. Manifestaciones culturales, en suma, que no son la consecuencia de la improvisación ridícula y oportunista, sino que aprovisionan a cada disciplina con los equipamientos más completos, las técnicas más actualizadas, las mejores oportunidades, los propósitos más creativos.
Comiencen, pues, señores potentados, a asignar sus recursos de otro modo, y a colocar sus inversiones en otros rubros. Háganlo de forma tal que, al final, puedan decir: …jugamos, o …actuamos, o …pintamos, o …interpretamos, o …investigamos, o …escribimos; y …ganamos, ¡como siempre!.