Cuando es intencional tiene por objeto reforzar una expresión, darle vigor: “¿La Siguanaba?… Sí. Yo la vi con mis propios ojos, cuando se bañaba en el río…” En ese enunciado se trata de hacer énfasis en que lo mirado no fue producto de la imaginación, ni sueño, ni conseja escuchada, sino algo real.
La persona asegura haber visto a la mujer mítica. No le basta decir: “Sí. La vi”. Refuerza la aseveración con el uso del pronombre “yo” como sujeto explícito, con el pronombre posesivo “mis” y con el adjetivo “propios” que modifica al sustantivo “ojos”, aunque desde luego se entendía que para haberla visto tenía que haber sido con los ojos, y los propios, no los ajenos.
En: “Le digo, doña Eduviges, que de su mismo puño y letra era la carta que le había escrito el Superior al padre Ambrosio” hay pleonasmo en “su mismo puño y letra” y redundancia en “que le había escrito”. Pudo haberse reducido a: “le digo (…) que de su puño y letra era la carta del Superior al padre Ambrosio” . Las palabras innecesarias están en el texto para darle más fuerza al hecho de que la carta había sido escrita por el Superior.
Respecto de los pleonasmos viciosos, es más frecuente escucharlos que leerlos, aunque también se escapan en la escritura. Ejemplo de este tipo de construcción es: “Mas sin embargo, mi amiga y yo fuimos a su casa suya”, o “fuimos a su casa de ella” en que “mas sin embargo, “suya” y “de ella” son redundancias vulgares. Dicha construcción se vuelve adecuada así: “Sin embargo, mi amiga y yo fuimos a su casa” o bien: “…fuimos a la casa de ella”.
Lo peor que leí no hace mucho fue una noticia venida del extranjero y vertida malamente por algún traductor muy atrevido: “Por cazar un venado, en el coto de los señores XX, el guardabosques mató el cazador furtivo con su escopeta de él”. Dicha oración no sólo contiene dos anfibologías, análogas a dos mencionadas en mi artículo pasado, sino un pleonasmo que no las aclara. Hay anfibología al no especificar con la preposición “a”, necesaria en este caso, el objeto directo, pues no se sabe quién mató a quién. La hay también en “su escopeta”, pues puede ser la del guardián o la del cazador. “De él” (modificador indirecto de “escopeta”, término del objeto preposicional, y no de un circunstancial, como podría parecer a primera vista) es un pleonasmo que no contribuye a aclarar a quién pertenecía la escopeta.
Para completar el desastre, ni siquiera se supo la suerte que corrió el venado. En síntesis, la oración es totalmente ambigua y al tratar de aclararla puede resultar que, como “ahora los venados se les tiran a las escopetas”, el dicho animal astado haya destruido el arma con la cornamenta, y luego se haya ido de farra con el sobreviviente (no sabemos si el guardián o el cazador).