LA BUENA NOTICIAJuan el Bautista
El evangelio de San Marcos comienza con el pasaje en que Juan el Bautista inicia su misión. Según Jesús, Juan el Bautista será más grande que ningún otro nacido de mujer. Su figura precursora nos muestra a un personaje que se vincula con los grandes profetas del Antiguo Testamento. Cuatro elementos se destacan en su misión: viene para predicar el arrepentimiento, lo hace desde una condición de austeridad, se vuelve popular y atrae a grandes multitudes y, finalmente, anuncia a Jesús que llegará pronto, inmediatamente después de él.
La selección de este pasaje por la Iglesia dos semanas antes de la celebración de la Navidad es deliberada. Más allá del sentido particular y coyuntural que tiene la presencia y la misión de Juan el Bautista, nos encontramos que su figura, dos mil años después, tiene un mensaje poderoso que nos sigue resonando.
Su aparición, rompiendo los moldes de la cotidianeidad, constituye en primer lugar un escándalo, por como se viste, por lo que anuncia y porque lo que demanda. Los enviados de Dios van a tener con gran frecuencia estas mismas características. Necesitamos de vez en cuando ser sacudidos por una figura que nos haga levantar la vista de nuestras tareas diarias, del encerramiento en que nos estrechamos y del egoísmo en que nuestra pequeña vida diaria transcurre.
Dios tiene un mensaje que requiere de nuestra atención y aunque muchas veces ya sabemos al menos el marco de lo que Dios nos dice y nos pide la aparición de un heraldo exige nuestra atención. El arrepentimiento significa un examen severo de nuestras vidas, no para anularla o para hacer bajar nuestra autoestima sino para elevarla hacia sus dimensiones más importantes de las que tantas veces nos damos de baja.
El arrepentimiento requiere de un sentimiento de culpa para el que Dios mismo nos ofrece la solución. Sólo el que examina su vida comienza a prepararse para la venida del Señor. Será esa la segunda tarea en la misión del Bautista. La Navidad es hoy una fiesta a la que se le han añadido dimensiones que culturalmente nos resultan hoy inescapables: es fiesta familiar, es época comercial; es ansia, muchas veces frustrada, de consumismo.
De repente nos quedamos en el envoltorio y se nos escapa el tesoro profundo que comporta. El anuncio de la cercanía de Jesús se nos vuelve, en tiempos difíciles, no sólo una promesa cierta sino una oferta de plenitud. Jesús viene para salvar, viene queriendo ser acogido, en modo austero y aparentemente insignificante. De esa manera nos podemos perder y dejar pasar, un año más, una vez más, la oportunidad de la plenitud que significa.