LA BUENA NOTICIA

Espíritu y santidad

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Este Pentecostés viene a colación una curiosidad: aunque el alemán “Geist” y el inglés “Ghost” se parecen (¡con pesar de dichas culturas!), ninguno de esos términos se traduce en las oraciones cristianas literalmente como “fantasma”: ambas se refieren al “Espíritu Santo” como persona viva, la tercera de la Santísima Trinidad, y según San Basilio (330-379 d.C.): “El Espíritu nos hace hijos, y nos da la confianza de llamar a Dios como Padre”.

Sin embargo, el triste fenómeno del “pentecostalismo” sí ha reducido al Espíritu a un “fantasma, o descarga energética” de ciertos voltios que hacen “caer de espaldas”, proviniendo de predicadores que actúan como “dispensadores automáticos” (¡casi cajeros!) de esa Persona viva y trinitaria.

Así las cosas: nunca como en este siglo se ha invocado tanto al Espíritu Santo y nunca se lo ha manipulado tanto, al punto de que ha vuelto al ambiente religioso la antigua herejía del siglo IV llamada mesaliana (literalmente “los que oran”), donde importa más dicha oración o “sentimiento del Espíritu” que a su acción directiva de la vida moral, como dice San Pablo: “Los que viven según la carne, desean lo carnal, pero los que viven según el espíritu, buscan lo espiritual” (Romanos 8,5), donde “lo espiritual” son los tan llorados “valores perdidos” (justicia, transparencia, honestidad, tolerancia) y “lo carnal” se traduce como “corrupción, injusticia, mentira, vanidad, materialismo”, que en su versión social acarrean el desencanto y la ruina de las naciones.

Sin duda esa “reducción” del Espíritu a “energía de toque”, facción de portentos, adrenalina de alabanza, etc., devela que al final ha podido más la subcultura del show, de los “efectos especiales” que las verdades que debieran cimentar la devoción al Espíritu como “forma de vida ética” realmente creíble en las iglesias.

Pero como remedio, hoy se ofrece a los centroamericanos y al mundo un ejemplo de vida “llevada por el Espíritu” en el más excelente de los dones, aquel de la caridad (1 Corintios 13,2), en la entrega de la vida por los más sencillos del nuevo beato monseñor Romero, declarado ayer como “beatus”, o sea, “digno de la comunión con el estado de vida que todos anhelamos plenamente con Dios”.

Dejar que el Espíritu Santo como Persona (y no shock energético) guíe la vida, significa disponerse a la transformación amorosa hacia los demás. En otros beatos actuales del papa Francisco, como Álvaro del Portillo, cuya vida se traducía, según el mismo Papa, en tres palabras: “Gracias, perdón, ayúdame más”, o bien en la de las nuevas santas palestinas M. Buadi y M. Ghattas, descritas como afanadas en “anunciar a la resurrección de Cristo con sus vidas contemplativa y activa”, allí queda clara la identidad y acción del Espíritu Santo en la Iglesia, en la persona y delante de la sociedad.

Que el nuevo beato centroamericano impulse a nuestras sociedades tan religiosas y marcadas, sin embargo, por el mal de la violencia delincuencial, la insolidaridad, la corrupción administrativa, etc., a “dar el culto agradable a Dios en el Espíritu” que, en paráfrasis, sugiere hoy Jesús a sus discípulos en el Cenáculo: “La paz, la alegría, el perdón, estén con ustedes”.

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.