Economía

Los costos del subdesarrollo 

Cambiar Guatemala del estado actual a un país moderno, seguro, oxigenado, esperanzador, con oportunidades para todos y con mejor calidad de vida sí es posible.

Sin embargo, lograrlo no es gratis, no se alcanza de un día para otro ni ocurre por generación espontánea.

En ese proceso todos debemos participar, pensar a largo plazo y pagar el costo. Costo que como mínimo una generación deberá asumir.

¿Quién por el bien de la siguiente generación querrá sacrificar su corto plazo? ¿Quién prefiere renunciar a algunos beneficios personales si eso significa el bienestar de todos?

La premisa en ciertos estratos de la población es resolver el problema individualmente, sin pensar en el país como un conjunto. Grave error que nos ha mantenido en un círculo vicioso, pero que responde a la racionalidad individual.

Al final del día, por muy individualistas que seamos al querer medir nuestro “éxito” según la cantidad de fondos disponibles en la chequera, olvidamos que todos tenemos el mismo pasaporte, vivimos bajo la misma frontera, respiramos el mismo aire, nos regimos por el mismo sistema y compartimos los mismos espacios.

Ergo, si todo ese entorno está fracasado y ese entorno es consecuencia de nuestro actuar ciudadano, debemos reconocer que hemos fracasado como guatemaltecos. El paradigma que el mundo posmoderno nos heredó es que “cada individuo en cada generación se preocupará de sus propios problemas”.

El problema es que hoy heredamos un país descompuesto y desarticulado, porque la generación anterior pensó así y no quiso pagar el costo de saltar al desarrollo económico, social, ambiental y humano.

El costo de devolverle a Guatemala seguridad, bienestar y desarrollo y despertar su potencial económico no es modesto ni trivial.

Se trata de renunciar a beneficios del corto plazo y cambiar la zona de confort de algunos para el beneficio de todos. Beneficios que a la larga son también individuales.

Los costos para salir del subdesarrollo son altos e implican sacrificios que cuesta aceptar. Sacrificios que van desde el cambio de hábitos individuales, la erradicación de nuestros paradigmas, el rompimiento de prácticas de amiguismos en el gobierno en nuestro lugar de trabajo o estudio y el conformismo.

Nos quejamos de la inseguridad y de la pobreza, nos quejamos de la ignorancia y de la mediocridad. Nos quejamos de la incapacidad de algunos políticos, del abuso de otros y de la corrupción de todos.

Calladamente, nos quejamos del mal servicio de muchas empresas o de sus prácticas irresponsables. Nos quejamos de la deforestación y del narcotráfico.

Nos quejamos con toda razón y deseamos vivir en un mejor país. ¿Estamos dispuestos a pagar el costo de salir de esta situación o nos mantenemos conformistas pagando la factura del subdesarrollo con intereses en el tiempo? Seguimos reproduciendo el modelo de “Guate-conectes” o lavándonos las manos de los problemas que nos afectan a todos.

Una persona consciente y con visión sabe que renunciar a algunos beneficios del corto plazo vale la pena, porque es más costoso a la larga vivir en un país próximo a ser inviable. Al final del día los problemas sociales se convierten en costos individuales.

Las alternativas que tenemos son pocas: vivir en el subdesarrollo y pagar los costos que conlleva (que ya estamos pagando y que pueden ser aún peores) o asumir el costo de saltar al desarrollo y heredar un mejor país a las siguientes generaciones.

El costo de vivir en un país desarrollado puede que sea grande. Pero las consecuencias de vivir en un país subdesarrollado son más altas y peor aún: permanentes.

Queremos salir del subdesarrollo, pero no aceptamos que para ello debemos pagar un costo.

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