Esas comunidades están ubicadas en una región donde la temperatura alcanza los 39 grados centígrados a la sombra. Su actividad económica se basa en la siembra de pepino, maíz y tomate, y un agricultor gana Q35 al día, dependiendo de si logra vender sus productos.
Como no hay suficiente empleo en el sector, los jefes de familia se ven obligados a migrar a fincas de Petén para ganar Q50 diarios, y la mejor oferta se las ofrecía Fredy Ottoniel Salguero Morales, dueño de la finca Los Cocos.
Felicidad truncada
En Los Cocos, los jornaleros ahora muertos se dedicaban a “chapear el monte”, construir casas, limpiar potreros, cuidar animales “y a otras actividades” que sus familiares no describieron.
El último día que las mujeres de esas comunidades vieron vivos a sus esposos, hijos, padres y hermanos fue el 10 de mayo último.
Un día antes habían llegado a las aldeas Virginia y Nueva Virginia, para celebrar el Día de la Madre. Una semana más tarde la comunidad está consternada e inconsolable, ante la pérdida de aquellas vidas.
En la aldea El Tipón, Álida García Gutiérrez, esposa de Walter Bayli Quizar Cortés, asesinado en Los Cocos, no da crédito a lo ocurrido ni logra detener el llanto. Walter, su hermano Sergio Alexis y su padre, Fernando Quizar, trabajaban en la finca y formaron parte de la lista.
Sus familiares son de escasos recursos y viven en una casita construida con varitas y tierra.
“Mi esposo, su hermano y mi suegro trabajaban desde hacía tres años con don Otto Salguero y lo hacían en plan 22”, relató García Gutiérrez.
“Mi suegro es padre de 16 hijos y hasta ayer eran 14 vivos. Deja en la orfandad a cinco menores de edad. Nos dijeron que ya no querían regresar a trabajar a la finca porque habían llegado hombres armados hace 15 días preguntando por el patrón”, refirió.
Más sentimiento
Miriam Maribel Mantar Gálvez, de 40 años, es una de las víctimas de la matanza y dejó cuatro huérfanos.
Rony Pérez Mantar, 16, contó, llorando: “Mi papá murió hace 10 años, y mi mamá viajó hace ocho días a Los Cocos, desesperada porque aquí en la casa no hay comida, y lo que yo gano es demasiado poco. Nos llamó el jueves y nos dijo que había soñado que nos habían matado a nosotros, y nos pidió que no saliéramos y que nos portáramos bien”.
Los sentimientos de los deudos es de rabia. “Si los logran capturar —en referencia a los victimarios—, no los metan presos. Fusílenlos, para que sientan. Ellos —las víctimas— regresaban cada 22 días a la aldea, sonrientes, para convivir con nosotros. Ahora solo nos queda su recuerdo”, expresó García Gutiérrez, con profunda ira.
Francisco Rodríguez, 64, padre y abuelo de cuatro de los occisos, señaló que los criminales se cobraron la vida de menores de edad. “A la finca iban a trabajar los patojos con sus papás, porque juntos ganan más. Viajaban familias enteras”, relató.
Ahora pocos dolientes comentan que gente de Salguero Morales llega a buscar mano de obra.