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El Santo Hermano Pedro y la Navidad en Guatemala

Si algún personaje histórico es trascendental en la conformación y establecimiento de las tradiciones navideñas guatemaltecas, es el Santo Hermano Pedro de Betancur.

El Hermano Pedro fue un gran impulsor de la celebración de la Navidad. (Foto: Hemeroteca PL)

El Hermano Pedro fue un gran impulsor de la celebración de la Navidad. (Foto: Hemeroteca PL)

Se desconoce la fecha exacta del nacimiento de Jesús. Es probable que en el año uno de nuestra era ya fuera un niño. Se festeja la Navidad el 25 de diciembre por adaptación cristiana (establecida entre los siglos III y IV d.C.) de las fiestas romanas “Saturnalias”, que celebraban el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz, o Sol Invictus, el solsticio de invierno (la noche más larga del año), determinado por el movimiento de la Tierra alrededor del Sol.

Según el Lic. Celso Lara: “La Nochebuena guatemalteca es una de las más hermosas de América Latina, que lucha fervorosamente por no ser absorbida por las grandes corrientes de la uniformización cultural”. Es el resultado acumulado de diversos elementos culturales provenientes de distintos ámbitos históricos, aportados por tradiciones de la cultura árabe-occidental a través de la cultura ibérica a partir del siglo XVI, las tradiciones festivas mayas prehispánicas y el legado de la cultura negra.

Durante los 16 años que el Santo Hermano Pedro vivió en Guatemala, además de sus múltiples dones y virtudes, se caracterizó por su constante alegría y buen humor en todo momento. En especial, durante la celebración de Corpus Christi en la Catedral de Santiago de Guatemala, cuando enarbolaba su capa en un palo, danzaba y saltaba frente a la procesión del Santísimo, que daba vuelta a la Plaza Mayor. Al hacerlo gritaba con entusiasmo: “Alegría cristianos, cristianos alegría”. Similar entusiasmo le provocaban las festividades navideñas y dedicaba toda su creatividad para celebrarlas.

Toda manifestación plástica de la Natividad fue de su gran predilección. En sus escritos consta que su amigo, el famoso pintor don Antonio de Montúfar le regaló “… el cuadro del Nacimiento, que es el misterio de Navidad”. Probablemente fue asiduo de las incipientes pastorelas y los autos sacramentales, obras de teatro sacro que vio representar de niño en su nativa Tenerife, afuera de las iglesias. Acaso presenció el auto navideño: Entretenimiento en Obsequio de la Guida a Egicto, compuesto por su ilustre contemporánea Sor Juana de Maldonado y Paz.


Los nacimientos

Se reconoce a San Francisco de Asís como el iniciador de la tradición de hacer nacimientos o belenes vivos. Ocurrió la Navidad de 1223 en el Santuario de Greccio, cuando reprodujo la escena del nacimiento del Niño Jesús, con realismo. Colocó heno en un ángulo rocoso del convento, a ambos lados un buey y un asno vivientes, y a un recién nacido en el centro. Acudieron frailes, hombres y mujeres de todo el Valle de Rieti, portando cirios y antorchas, para “ver con los ojos del cuerpo todas las incomodidades sufridas por el Niño Jesús”.

En la Europa medieval los nacimientos se hacían solo en las iglesias. Para el Renacimiento, los belenes o pesebres con figuras esculpidas eran una tradición bien establecida, que los españoles introdujeron en el Nuevo Mundo a partir del siglo XVI. Aunque la tradición de hacer nacimientos y posadas se atribuye frecuentemente al Santo Hermano Pedro, posiblemente ya existían en Guatemala antes de su llegada, pero es indudable su mérito de haber promovido y expandido a toda Latinoamérica esas tradiciones franciscanas.

Los nacimientos domésticos surgieron en nuestro país, con bella imaginería pequeña. Fueron popularizados por el Santo, quien trasladó las tradiciones navideñas de las iglesias a los hogares. Los nacimientos fueron enriquecidos en Guatemala con las tradiciones prehispánicas como la adición de la diversidad de frutas y hojas aromáticas o decorativas. Los nacimientos chapines se asocian a los aromas de “rosarios” de manzanilla y del follaje de pino y ciprés. La decoración con hoja de pacaya es de origen prehispánico, presente también en algunas fachadas barrocas guatemaltecas de factura indígena.

Música navideña

El Dr. Dieter Lehnhoff publicó en un capítulo del libro de la Fundación G&T Continental: El Tesoro de El Calvario, Patrimonio de La Antigua Guatemala, un estudio sobre “La música en Santiago de Guatemala en tiempos del Santo Hermano Pedro de Betancur”. Allí explica la importancia que el Santo le dio a la música sacra culta y sobre todo a la popular, especialmente en las celebraciones de Navidad. Según sus escritos, el Hermano Pedro instituyó las Procesiones de Nochebuena. Proclamaba con enorme entusiasmo muchas coplas de afecto al Niño Dios, y cantaba villancicos compuestos por él, acompañado de la pandereta de cuero que había elaborado “para alegrar la Navidad”.

Desde su infancia, había relacionado la música con la fe. Su madre cantaba y componía coplitas piadosas. Él amaba los cantos gregorianos en latín y las tonadas en castellano, que se interpretaban en la Iglesia San Pedro de su pueblo natal, Vilaflor de Chasna, en Tenerife. Al llegar a Santiago de Guatemala (1651) encontró una intensa vida religiosa inseparable de los cantos litúrgicos gregorianos, polifónicos y música para una o dos voces con acompañamiento instrumental, que se interpretaban en los 24 templos de la ciudad. En Catedral conoció las famosas misas e himnos para las vísperas de Navidad del famoso Pedro Bermúdez.

El Lic. Haroldo Rodas, en su publicación Las creaciones alrededor del Santo Hermano Pedro, en Tradiciones de Guatemala, 58 (2002), sostiene que el uso en las procesiones y posadas de “Tortugas, chinchines y pitos de barro, todos de origen prehispánico”, se puede atribuir al Santo Hermano Pedro. Del sincretismo que propició, nació el famoso “tututícutu” con instrumentos prehispánicos, uno de muchísimos detalles festivos que hoy conforman la típica Navidad guatemalteca, que heredó el Santo desde el siglo XVII.

*Miembro de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala

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