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IDAEH cumple 71 años de salvaguardar patrimonio

El 23 de febrero de 1946 se crea el Instituto de Antropología e Historia (IDAEH) por medio del Acuerdo Gubernativo número 22 decretado por el presidente Juan José Arévalo Bermejo.

Excavaciones realizadas por el IDAEH en febrero de 1956. (Foto: Hemeroteca PL)

Excavaciones realizadas por el IDAEH en febrero de 1956. (Foto: Hemeroteca PL)

El IDAEH fue creado para ser el conservador de las manifestaciones culturales de las diferentes épocas de la historia de Guatemala.

Guatemala se caracteriza por tener una riqueza arqueológica que pocos países tienen. Se dice que no existe lugar en el país en donde no haya un vestigio prehispánico o colonial.

Por ello, a partir de 1946, Arévalo Bermejo (1945-1951) expresó que un país no podía avanzar si no conoce su identidad. De esa cuenta, crea el IDAEH. Así centralizarían en una oficina estatal la autoridad sobre los vestigios arqueológicos e históricos del país, siguiendo el modelo mexicano.

Historia General de Guatemala, de la Asociación de Amigos del País, indica que el Proyecto Tikal fue el primero que patrocinó el Gobierno, organizado por el Museo de la Universidad de Pennsylvania y ejecutado, entre 1956 y 1970, bajo la dirección de Edwin M. Shook y William Coe.

Desde hace 70 años, el Instituto ha cuidado esa herencia. Para Miguel Orrego, arqueólogo que tiene 40 años en la institución, se ha cumplido con el objetivo, aunque podría hacerse más con mayor presupuesto. En los primeros años, las tareas del IDAEH estaban a cargo de expertos extranjeros, por no haber profesionales nacionales.

Esto cambió cuando la Universidad de San Carlos de Guatemala empezó a participar en la investigación arqueológica en la década de 1960. En 1961 organizó un proyecto de reconocimiento arqueológico en Dos Pilas, Petén, en el que intervinieron dos guatemaltecos con entrenamiento en México: Carlos Navarrete y Luis Luján Muñoz. En 1967, la Facultad de Humanidades estableció un área de especialización en Arqueología Guatemalteca, como parte de su programa de licenciatura en Historia.

La depredación arqueológica ha sido uno de los retos del Idaeh, que empezó con una mayor intensidad en los 60, aumentando el trabajo para el rescate, restauración y resguardo de diversas áreas del país. “Hemos tratado de devolver a los guatemaltecos su herencia a través de los sitios arqueológicos”, dice Orrego. También buscan preservar lo que Arévalo creía: la cultura engrandece a los pueblos y el patrimonio cultural se constituye en su mayor riqueza, ya que es la sede de la fortaleza de su soberanía, donde descansan sus orígenes.

Primeros pasos

El Instituto empezó sus labores con un equipo que participó directamente en la investigación arqueológica. En el grupo estaba Heinrich Berlin, originario de Alemania y capacitado en México como arqueólogo e historiador del arte. Él condujo exploraciones arqueológicas en Tikal y otros lugares de Petén, y en Kaminaljuyú.

Excavaciones en contextos coloniales del área de Ciudad Vieja, lo que fue un trabajo pionero en la arqueología histórica del país. La reconstrucción de edificios prehispánicos no formaba parte importante de su agenda, hasta que la United Fruit Company, entre 1946 y 1950, patrocinó un proyecto en Zaculeu, Huehuetenango, el cual involucró la reconstrucción de los edificios principales.

Hospital del patrimonio

Una de las dependencias que integran el IDAEH es el Centro de Restauración de Bienes Muebles (Cerebiem) y su labor es rehabilitar las piezas que pertenezcan al patrimonio nacional ya sea de la época prehispánica, de la Colonia, en especial objetos religiosos, municipalidades u otro edificio público y de la República.

La restauración del patrimonio en el país se da después del Terremoto de 1976, cuando se intenó rescatar lo que se había destruido.

“Antes, las obras llegaban a manos del imaginero, quien borraba lo que estaba y la adecuaba a su gusto; no respetaba el original”, explica la conservadora Aura Rosa de Flores, jefa del Cerebiem. Por eso hay imágenes con grandes chapas o espesas cejas, repintadas con pintura de aceite, un método erróneo.

Al contrario, el restaurador está obligado a respetar lo que hizo el autor de la obra, pues él solo repara lo que haga falta para que esta permanezca por más tiempo tal y como fue creada. “Es como lo que hace el médico, sana al paciente”, dice Flores.

El respeto a la obra original no solo consiste en cómo se pinta o añade un pedazo; empieza desde los materiales, que deben estar en función de no causar daños. Cerebiem trabaja con técnicas tradicionales, por lo que los productos que emplea son afines a los que se utilizaron en la pieza, así sea prehispánica o colonial.

“Los materiales sintéticos no tienen cabida”, agrega la restauradora. Los elementos que usan son cola de carpintero, madera de cedro y carbonato de calcio. Aunque cuando se trabaja integración de policromía, los pigmentos vienen de Italia. Las fórmulas usadas para cada objeto son únicas, como a los pacientes, que no a todos se les hace bien una medicina.

Los restauradores de Cerebiem son personas que cursaron o cursan la carrera. Además de los estudios, se necesita una habilidad y sensibilidad especiales para entender el patrimonio. Hay especialistas en el área lítica y prehispánica; otros, en escultura y pintura colonial, que es lo que más entra en este centro.

Algunas imágenes que han sido restauradas en el Cerebiem en los últimos años han sido la Virgen de Concepción de San Francisco, las imágenes de Jesús Nazareno y Virgen de Dolores de Beatas de Belén, la Virgen del Carmen de Santa Teresa y el último gran trabajo fue la restauración del Cristo Yacente del Calvario. Estas últimas intervenciones han devuelto a las imágenes su primitiva belleza, muy cercana a como las crearon su escultor y encarnador en su momento.

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