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Petapa: entre el pasado y el olvido

En su entorno pareciera que el tiempo se detuvo por los vestigios históricos; sin embargo, hoy está amenazado por las inclemencias del tiempo y el abandono.

Antigua Iglesia de San Miguel Petapa, hoy entrada al cementerio de la localidad. (Foto: Hemeroteca PL)

Antigua Iglesia de San Miguel Petapa, hoy entrada al cementerio de la localidad. (Foto: Hemeroteca PL)

Petapa fue un lugar de esplendor que creció junto al lago de Amatitlán. En la aldea de Santa Inés Petapa hay una parte del recuerdo de la historia de los pueblos de Petapa, la iglesia conocida como Concepción se encuentra entre la maleza y los árboles.

Según el historiador Thomas Gage, anotó en el siglo XVII que Petapa deriva su nombre de dos vocablos: Pet, que significa estera, y thap, que quiere decir agua. 

Según esta versión, Petapa se traduce como cama de agua, en razón de que el agua del lago (Amatitlán) está llana, mansa y quieta.

Según Jorge Luján Muñoz, uno de los investigadores que ha aportado a la historia de esta zona, “San Miguel Petapa y su barrio “Santa Inés” (aunque menos) fue, de acuerdo con los criterios de la época, un pueblo relativamente próspero”. 

Se dedicaba fundamentalmente a la producción para el abasto de la capital del Reino, así como a propocionar mano de obra a las labores de españoles, cercanas al pueblo (“pan de llevar”) y las haciendas de azúcar. Esta afirmación se fundamenta con las versiones que los cronistas del período hispánico ofrecen y la extensa documentación de archivo que se conserva de esta época.

Una de las versiones más interesantes acerca de Petapa la ofrece Thomas Gage en su obra Los viajes de Thomas Gage en la Nueva España, donde indica la enorme variedad y riqueza de cultivos, y los oficios a que estaban dedicados sus pobladores, hacia el primer cuarto del siglo XVII. 

Otro de los cronistas del citado periodo que presenta abundantes datos relativos a la historia de esta población, es Antonio de Fuentes y Guzmán, quien hacia 1690, al referirse al curato de Petapa, afirma que “el pueblo de San Miguel Petapa es uno de los más antiguos y primeros curatos de indios que han en la grande extensión de este valle de Goathemala”. 

También dan noticias acerca de este poblado y de su ruina en 1762, los cronistas Pedro Cortés y Larraz y el bachiller Domingo Juarros. Este último asienta en su obra que esta población sufrió un diluvio que la inundó en gran parte, y como producto de esto se determinó su traslado, separándose entonces en dos poblaciones: una para los indios y otra para los ladinos.

Patrimonio histórico

Los muros y la fachada de lo que antaño fue la iglesia alrededor de la cual surgió un pueblo, están invadidos por las enredaderas, quebrados por los sismos y árboles adheridos como un mensaje de que la tierra y la mano del hombre se unen a través de los siglos.

La severidad de la fachada y la forma que se adoptó en la disposición de los dos cuerpos y tres calles es una evidencia de que la fábrica procede de principios del siglo XVII. Ambos cuerpos presentan columnas toscanas, que enmarcan las hornacinas en un clásico juego enlazado al manierismo.

Unos kilómetros más adelante, internándose en los caminos viejos de lo que fueron las haciendas trapiches, está el casco de la finca “Ingenio La Amistad”, asentado en lo que fue posiblemente el ingenio de los Agustinos de Guatemala.

Pero el crecimiento de la ciudad de Guatemala hizo que los trapiches dejaran de funcionar, ya que con el tiempo el Ojo de Agua que hacía mover el trapiche, se utilizó para aumentar el caudal de agua para la metrópoli y el vital líquido no alcanzó a llegar hasta este sitio.

Otro vestigio histórico que se puede localizar en este municipio son las ruinas de lo que fue la antigua iglesia dominica del antiguo Petapa, hoy convertida en puerta de ingreso al cementerio. 

En este sitio, según la tradición oral y las acotaciones de algunos cronistas del periodo hispánico, se detuvo el Santo Hermano Pedro al escuchar la voz de la Virgen María, lo cual le hizo regresar a la capital del Reino, Santiago de los Caballeros. 

Lluvia generosa y tempestiva

En estos días el poblado de Santa Inés Petapa es víctima nuevamente de las inclemencias del tiempo. Pero esto no es nada nuevo, desde calendas perdidas en el tiempo, se encuentran evidencias de que las fuertes lluvias han afectado al pueblo de Petapa y han transformado su historia a través de los siglos. Así como fue esta población muy conocida por su suelo fértil y abundantes cosechas. 

Los historiadores registran que el 9 y 10 de octubre de 1762 un fuerte temporal arruinó el pueblo de Petapa, como se acotaba líneas arriba, se ordenó la separación de los ladinos y de los indios en dos poblados diferentes: uno, la Villa Nueva de Petapa, que llegó a ser la hoy Villa Nueva de la Concepción, trasladada al cercano valle de las Mesas; el otro que mantuvo su nombre y se constituyó en un pueblo nuevo. 

Años después en la época republicana la población fue afectada por diferentes epidemias que diezmaron a la población y contribuyeron a su decadencia. 

Según la reseña municipal de San Miguel Petapa, el municipio está bañado de norte a sur por los ríos Pinula, Villalobos y Platanitos, y todos desembocan en el Lago de Amatitlán. 

El río Platanitos ha causado estragos, especialmente, en el poblado de Santa Inés. Esto se ha podido constatar en las diversas publicaciones que Prensa Libre ha realizado en los últimos treinta años. 

Por ejemplo, el 15 de junio de 1983 se informaba que el Río Platanitos amenazaba con desbordarse y hacía peligrar a los vecinos de Santa Inés Petapa, ya que el río lo atraviesa. La población se encuentra asentada en medio de San Miguel Petapa y Villa Canales, rodeada de montañas por donde corren grandes cantidades de agua cuando llueve, las cuales desembocan en el río denominado “Platanitos o Cara Sucia”. 

Dicho río nace en las mismas montañas, pasando por la aldea “Guillén” y otros caseríos y también atraviesa Santa Inés. En verano permanece seco, pero en invierno al recibir el río el desagüe de las montañas y poblados, se crece y arrastra todo lo que esté a su paso. Una semana después de la advertencia, trasciende que el río inundó la aldea poniendo en peligro las vidas de los vecinos. 

El 30 de septiembre de 1988 Prensa Libre informó que treinta casas de Santa Inés, en Petapa, resultaron afectadas al inundarse sus viviendas por el desborde del río Platanitos. Los vecinos manifestaron que todos los años es la misma situación, pero que con el paso del tiempo se ha agravado ya que el río lleva cada vez más agua, ya que sirve de desagüe a muchas colonias en otras partes. 

Un mes después, el 28 de octubre de 1988 otra tragedia acaparaba la portada de ese día, una casa fue derribada por la fuerza del agua, salvándose milagrosamente una familia completa. El desborde se debió a que el río crecido al llegar a Santa Inés, cambió su cauce normal y abrió uno nuevo a 75 metros de su cauce natural. 

Pareciera que la diferencia entre los titulares de esos días con los que surgen en pleno 2016 es únicamente la fecha, ya que el problema persiste, y nuevamente los vecinos de este lugar lleno de historia piden auxilio para un problema que parece no tener final. 

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