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Por qué en Rusia creen que la primera agresión de violencia doméstica no es delito

Marina relata su historia con voz tranquila, en calma, pero los detalles son horribles.

Marina afirma que su esposo la golpeó casi todos los días durante más de un año. Al bajarse un calcetín, muestra una larga cicatriz en el talón donde le fue insertada una placa de metal.

Los dos pies quedaron destruidos, al igual que las costillas, cuando su pareja la empujó por la ventana desde un segundo piso de su casa.

Más de 600 mujeres rusas son asesinadas en sus hogares cada mes, de acuerdo con cálculos extraídos de las estadísticas policiales.

Ahora algunas temen que la situación empeore.

La cámara baja del Parlamento ruso, la Duma, aprobó una enmienda que elimina el delito de abuso doméstico del código penal.

Marina sobrevivió a la caída de dos plantas y pasó tres meses en una silla de ruedas.

Pero aun así el abuso no se detuvo.

“Después de que me golpeó en mi silla de ruedas fui a la policía”, recuerda Marina desde un refugio para mujeres vulnerables en las afueras de Moscú.

“Mi rostro estaba hinchado y mi labio partido. Pero aun así, no lo detuvieron. Estaba en la estación de policía llorando y diciendo que no podía ir a casa porque él me golpearía si sabía dónde había estado”, cuenta.

“Pero la policía dijo 'esto no es un hotel, no podemos tenerte aquí', y eso fue todo”.

Si el presidente Vladimir Putin firma la modificación de ley, tal como se espera, se entenderá que quienes golpeen a un familiar por primera vez, pero no lo suficientemente duro como para ponerlo en un hospital, no enfrentará pena de prisión.

En cambio obtendrá una multa o hasta dos semanas bajo custodia policial.

“Para nosotros, es muy importante proteger a la familia como institución”, dijo Olga Batalina, perteneciente al grupo de redactores de la enmienda.

Su propuesta revierte un cambio a la ley efectuado apenas en julio pasado cuando los golpes a un familiar fueron definidos por primera vez como un delito.

Celebrado por los activistas de los derechos de las mujeres, la reforma causó un gran revuelo entre la clase política rusa cada vez más conservadora.

Diputados la condenaron como algo “contra la familia”, pues decían que un extraño podría darle una bofetada a un niño y recibir una multa, mientras que un padre que hizo lo mismo corría el riesgo de ir a prisión.

Revertir esa decisión es parte de una reacción más amplia en Rusia contra lo que se consideran valores ajenos, es decir, occidentales.

“Estamos hablando de conflictos en las familias. Tú no debes señalar este problema desde el punto de vista liberal”, argumenta el diputado ultraconservador Vitaly Milonov.

“Eso es como tener tres en una cama. Estás durmiendo con tu esposa y una organización de derechos humanos”, dijo.

Pero Marina y los que manejan el refugio donde se aloja creen que las víctimas de abuso necesitan una protección jurídica, y no menos que eso.

Actualmente hay cinco familias en la casa en los terrenos de un monasterio ortodoxo.

El lugar es ruidoso, con gritos de niños jugando, pero agradablemente caótico, acogedor y seguro. Es financiado por donativos de caridad, por las propias mujeres que reciben refugio y por un consejo asesor.

También ofrece asesoría sobre cómo exigir cargos criminales contra su abusador, un proceso que ya era difícil incluso antes de que se modificara la ley el año pasado.

“En nuestra experiencia, sólo una mujer consiguió llevar su caso a los tribunales”, recuerda la directora del refugio, Alyona Sadikova.

Incluso entonces, el delincuente recibió una amnistía y fue puesto en libertad después de un mes.

“Ahora la pena máxima para los golpes será una multa. Y si la mujer va a su casa, el marido se puede vengar”, advierte Sadikova.

El cambio legal también devuelve la responsabilidad de iniciar una denuncia y recopilar pruebas a la víctima, pues la policía no abrirá automáticamente un caso.

“Para una persona que está en crisis profunda, eso es simplemente increíble”, dice la directora del refugio.

“La libertad de golpear”

Una propuesta de ley específica para hacer frente a la violencia doméstica fue enviada al Parlamento hace más de un año.

Incluía órdenes de alejamiento, prevención y capacitación especial de la policía, pero el proyecto no ha avanzado; en cambio, los diputados han disminuido las penas para los abusadores.

“Es como si se les hubiera dado la libertad de golpear. Como si no fuera preocupante sólo una bofetada o un empujón. Pero puede llevar a consecuencias muy graves”, advierte Irina Matvienko.

Ella está a cargo de una línea telefónica en el centro de crisis Anna, que recibió unas cinco mil llamadas el año pasado de mujeres que buscaban ayuda.

“La violencia doméstica no se trata de una pelea familiar normal. Estamos hablando de comportamiento sistemático. Por lo tanto permitir la impunidad es especialmente peligroso, porque la mujer está uno-a-uno con su agresor”, argumenta.

Marina está ahora a salvo y ha comenzado gradualmente a reconstruir su vida.

Tiene un trabajo en la panadería del monasterio y está ahorrando para mudarse a un piso con su hija de 10 años.

No tuvo oportunidad de llevarse a su hijo menor cuando huyó descalza de su casa. Ahora está luchando contra su marido por la custodia.

“¿Cómo pueden dejar que se quede con él, después de todo lo que ha hecho?”, lucha por entender Marina.

A pesar de las cicatrices en su cuerpo, su marido nunca ha sido procesado.

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