“¡Declaro el Carnaval oficialmente abierto!”, gritó el monarca, un corpulento y jovial fiestero que gobernará simbólicamente Rio hasta el próximo Miércoles de Ceniza.
La alegría de la banda que tocaba el himno “Cidade Maravilhosa” en la residencia municipal contrastaba con el posado más bien frío de Crivella que, sin embargo, alabó en varias ocasiones la “belleza” y la “poesía” del Carnaval.
Pero cuando llegó el momento de entregar las llaves, el exobispo de una de las iglesias evangélicas más poderosas de Brasil pasó la responsabilidad a un subalterno. En una ciudad ahogada por la crisis financiera y su ola de violencia, Crivella aseguró: “No quiero arruinar la fiesta”.
El alcalde se había amparado en los problemas de caja de Río para justificar su recorte a los suntuosos desfiles en el Sambódromo, pero los fanáticos del Carnaval lo acusan de ir contra una tradición sagrada que atrae a más de un millón de turistas y genera más de US$1 mil millones para Río.
“Fora Crivella” se ha escuchado en varios “blocos”, las populares comparsas callejeras, a lo largo de la ciudad, como el multitudinario “Simpatía es casi amor”.
Y si las ruas de calle prometen una buena dosis de crítica, el domingo y el lunes las 13 escolas del llamado Grupo Especial tendrán un altavoz aún mayor en la pasarela de la samba.
Entre vampiros y alcoholímetros
“Con dinero o sin dinero yo disfruto el Carnaval” es el tema con el que desfilará Mangueira, una de las escuelas más tradicionales, que pasará otro recado en su estribillo: “Pecado es no disfrutar del Carnaval”.
“Para la doctrina evangélica, el carnaval es la fiesta del diablo. Un evangélico puede pensar esto, pero el alcalde de Río no”, dijo a la AFP el director artístico de Mangueira, Leandro Vieira.
El Carnaval en la Avenida Marqués de Sapucaí desempolvará su lado más reivindicativo y abordará también los tiempos difíciles que viven Río y Brasil con un cóctel explosivo de corrupción, violencia, dificultades económicas y divisiones políticas.
Símbolo de ese cambio, Beija Flor se inspirará en la figura de Frankenstein para ilustrar el “monstruo” corrupto, abandonado e intolerante en el que, según su punto de vista, se ha convertido Brasil, exhibiendo políticos de traje y corbata entre rejas.
Otro de los puntos centrales de los desfiles será la seguridad, después de la accidentada edición del año pasado. Uno de los gigantescos carros alegóricos atropelló a varias personas en la pista, causando la muerte de una periodista, y el techo de otro camión cayó mientras varias bailarinas emplumadas bailaban en él.