Pero pasó por allá la epidemia de neumonía viral, con su miedo al contagio. Y en lugar de gira por China, la joven Jiang Lanyi y su novio ucraniano pasaron más de dos semanas en el domicilio de los padres de ella, sin atreverse a salir.
Algo similar les espera a millones de enamorados este 14 de febrero de 2020. En un país paralizado por el temor a la enfermedad del COVID-19, grandes restaurantes, floristas, hoteles y lugares románticos no van a hacer negocio en este San Valentín.
Atrapada en casa de sus padres, Jiang, de 24 años, enseñó a su novio a jugar al mahjong, típico pasatiempo chino.
“Jugamos de dos a tres horas por día. Su nivel era antes cero, pero ahora lo hace realmente bien”, asegura la joven.
Miedo a las flores
Para los amantes pequineses ya no habrá concierto “My Heart Will Go On” ni lujosa cena con bogavante. Estos acontecimientos especiales de la San Valentín han sido plena y llanamente anulados.
Tyra Li vive en la capital con su novio desde hace tres años. Tras un viaje realizado durante el Año Nuevo chino, la pareja ha salido solamente una vez de su apartamento, para ir a hacer compras.
A diferencia de muchos de sus compatriotas, han renunciado a hacer pedidos en línea, por temor al contagio que podría provocar un repartidor.
“Nada de flores este año, de ninguna manera. Él tiene miedo de comprármelas, y yo de tocarlas”, afirma Tyra.
En su tienda, una florista afirma a la AFP que las ventas han caído a la mitad respecto del año pasado, en parte porque los clientes tienen miedo del contagio durante el envío.
Otra tienda de flores de Pekín, Xian Hua Ge, calcula en 70% la caída del volumen de negocios, pero lo atribuye en parte a la ausencia de millones de personas que no han retornado a la capital tras las largas vacaciones del Año Nuevo lunar.
Por miedo a los contagios en trenes y aviones, muchos decidieron prolongar sus vacaciones en sus regiones de origen. La epidemia ya deja unos 1.400 muertos y cerca de 64 mil contagiados en China continental.
Boda postergada
Para evitar grandes concentraciones de gente y fiestas, las autoridades instaron a los novios a retrasar su matrimonio, asestando un duro golpe al importante sector económico de las bodas (fotos, banquetes y otros).
Zhu He, de 25 años, había previsto ir a buscar su certificado de matrimonio el día de San Valentín, con su futuro marido y sus padres.
Pero los novios decidieron postergar el acontecimiento, ya que los padres de la futura casada rehúsan salir de su casa, pese a que viven como su hija en Cantón, al sur del país.
“No conducen ni uno ni otro, y no me inspiran confianza los transportes públicos”, dice Zhu He, que alude al riesgo de contagio.
Otros son víctimas de largas separaciones como Shaw Wan, de 28 años, cuyo novio seguirá por tiempo indeterminado en Taiwán, mientras que ella trabaja en Pekín.
“No quiero que vuelva. ¿Y si se contagia en el avión?”, dice ella.
Pero a mal tiempo hay que ponerle buena cara. Tyra Li asegura que aprovecha al fin que puede pasar mucho tiempo con su enamorado en la casa.
En circunstancias normales, durante los días laborables la joven pareja nunca consigue verse antes de las diez de la noche.