Puede ser un incentivo positivo para orientar esfuerzos y recursos a actividades más prometedoras, siempre que sean legales. Pero cuando la desigualdad alcanza grandes extremos, estas justificaciones se acaban. Un buen ejemplo es el de Carlos Slim, el hombre más rico del mundo: si gastara un millón de dólares por día tardaría 220 años en gastar su fortuna. La indignación crece y el Papa Francisco la comparte. Afirma que la desigualdad es “la raíz de todos los males”, y ha dado un mensaje a favor de la necesidad de frenar la avaricia y la concentración de la riqueza.  No es solo un problema económico o político; también es moral.

Y la prioridad de la desigualdad en la agenda mundial está para quedarse.  La última cumbre de presidentes latinoamericanos y caribeños celebrada en Costa Rica la destacó. La presidenta Michelle Bachelet de Chile pidió a todos los países de la región hacer más por impulsar políticas sociales incluyentes y reducir la desigualdad.   Las respuestas pueden variar. Bachelet fue reelecta como presidenta para reducir la desigualdad, especialmente mediante la implementación de una gran reforma educativa. El presidente Obama, en su presentación del informe a la nación hace pocos días, propuso concretamente gravar el capital del 0.001% más rico de Estados Unidos  para reducir el peso de los impuestos sobre las clases medias y para garantizar la universalidad de la educación primaria.

En Guatemala, en cambio, una demagogia vacía coexiste con un discurso conservador que hace lo imposible por ocultar el tema de la desigualdad. A diferencia de la gran mayoría de países de América Latina, donde en los últimos 10  a 15  años disminuyó fuertemente la desigualdad debido a un constante crecimiento del empleo formal, mejor educación y  programas sociales ambiciosos, en Guatemala no ocurrió lo mismo.

A pesar de ser uno de los países más desiguales del mundo, el informe del presidente presentado hace dos semanas ni siquiera se refirió a la desigualdad, y en la Cumbre de Costa Rica se concentró en el narcotráfico. Y los candidatos que han participado en la campaña electoral anticipada no le han dado ninguna atención a medidas específicas para reducir la desigualdad. ¿Lo hará algún otro candidato?

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