Águila o gallina

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“Es necesario hacer un alto en el camino, es sabio meditar, para considerar si vamos en el camino correcto,” agregó sonriente el Clarinero.

En el camino de la vida, cada situación o experiencia es portadora de oportunidades. Está en nosotros el poder de elegir cómo responder a esa circunstancia. No importa cuán difícil sea la situación que tengamos que enfrentar, siempre existen opciones. Es muy importante que estemos conscientes de que nuestro futuro estará determinado por la manera en que percibamos esas opciones, porque a partir de ellas haremos nuestras elecciones.

Hoy les cuento una historia de las culturas nativas americanas. Dice así: ” Un joven guerrero subió a la cima de una montaña, donde encontró un nido de águilas. Tomó un huevo del nido y al bajar lo colocó dentro de un gallinero. Pasó el tiempo. El polluelo rompió el cascarón y creció junto a las gallinas. El aguilucho aprendió a cacarear, a escarbar la tierra para buscar lombrices y a subirse a las ramas de los arbustos. La joven águila creció creyendo que era una gallina.

Una mañana la joven águila levantó su mirada hacia el cielo y observó cómo volaba un pájaro majestuoso. Llevaba sus fuertes alas extendidas. Parecía gozar planeando entre las corrientes del viento. Le preguntó a una gallina que cómo se llamaba ese pájaro. La gallina respondió que era un águila real, pero que ni soñara con volar como ella porque él era una pinche gallina como todas las del corral.

La joven águila no se quedó tranquila. Por primera vez en su vida escuchó una voz interna que le repetía que él no era una gallina, sino que era un águila como la que había visto surcar el cielo. La voz insistió en que no temiera extender sus alas, que intentara volar, que no tuviera miedo. Después de caer y levantarse valientemente varias veces, el aguilucho sintió que una ráfaga de viento lo empujó hacia el cielo y logró levantar el vuelo. Voló. ¡ Voló feliz! Regresó a las montañas. Dejó para siempre el pequeño mundo del gallinero.”

Conozco esta misma historia con un final distinto. La del águila que prefirió escuchar a las gallinas y eligió permanecer en el gallinero buscando lombrices en la tierra, porque tuvo miedo a volar en las alturas. El águila murió sintiéndose avergonzada de no haberse atrevido a seguir su anhelo interno, de no haber tenido el coraje de volar.

En mi opinión, desde el momento en que cambiamos la percepción de lo que creemos ser y del futuro principiamos a cambiar; no solo nosotros, sino también cambiará nuestro futuro. Es preciso que reconozcamos nuestros talentos, pero también nuestras limitaciones. Entre ambas existe una zona potencial que no está predeterminada por el destino, sino que depende de nuestras elecciones personales. Allí radica el mensaje central de la columna de hoy.

“Ojalá que el año que viene nos atrevamos a sacar el águila que todos llevamos dentro,” susurró el Clarinero.

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