Amor maternal
La maternidad hace posible que el ser humano cumpla su propósito: llenar la tierra y ejercer dominio. Fue el medio para concretar la historia divina de la salvación; Jesús, quien dio cumplimiento al plan de redención, nació de la matriz de una mujer. Desde esta perspectiva, ser madre se convierte en un acto de misericordia, un privilegio dado por Dios como el autor de la vida.
La maternidad ejercida de manera responsable tiene efectos positivos y duraderos en la vida de los hijos. Hay un vínculo único entre la madre y el hijo, mediante el amor. Este tipo de amor se relaciona con la palabra griega phileoteknos, que significa preferir, cuidar, alimentar, abrazar con amor, cubrir las necesidades.
Una madre, generalmente, tiende a mostrar este amor: busca proteger el fruto de su vientre a toda costa. Ejemplo de ello lo encontramos en la disputa de dos mujeres frente al rey Salomón, reclamando la maternidad de un niño; la verdadera madre optó por entregar a su propio hijo, con el fin de salvarle la vida.
La influencia maternal es crucial en la formación de los hijos, por lo cual no debe considerar una carga u obstáculo para la realización personal, sino una oportunidad para trascender.
Tanto la paternidad como la maternidad son responsabilidades que deben realizarse de manera conjunta. No podemos cumplirlas a plenitud estando distanciados el uno del otro, sino en cooperación mutua. Esto es determinante en sociedades caracterizadas por la violencia, el maltrato físico o psicológico, la insensibilidad y el poco valor a la vida.
Se hace necesario romper modelos, y la solución comienza en el hogar, en el contexto de la familia. Instruir a nuestros hijos el respeto y valor de la mujer es responsabilidad en primera instancia del padre, quien deberá modelar el afecto, el trato y la honra con su abuela, su madre, cónyuge, hija, suegra, cuñadas, amigas, etc. En segunda instancia de la madre, valorándose como mujer, ejerciendo su rol en el hogar con amor, respeto y responsabilidad.
La transformación de la sociedad debe darse desde sus cimientos. Esto implica formar al individuo desde su círculo de instrucción y protección primario: el hogar, bajo la tutela de padres responsables.
Un padre que respete a su esposa dará como fruto hijos respetuosos, fortaleciéndose la familia y la sociedad. Entonces todo el amor expresado el día de la madre no será un evento aislado, sino la característica de una sociedad sana y fuerte.
Conozco a padres que han ejercido su rol con responsabilidad, cuyo resultado ha sido hijos ejemplares. Sé también de hombres y mujeres que enfrentan en soledad los mismos desafíos, han logrado los mismos resultados pero con mayor esfuerzo y sacrificio.
A ustedes va dedicado este artículo. Reciban mi admiración y mi respeto. Mi oración es que sean bendecidos, fortalecidos, y que sean suplidas todas sus necesidades. Sepan que su tarea no es en vano, a su tiempo verán los resultados. Dios les bendiga.
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