ENCRUCIJADA

Banalidad de la corrupción

Juan Alberto Fuentes Knight

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¿Qué explica tanta corrupción en Guatemala? Ha incluido tanto a los ingresos como a los gastos del Estado, así como la creación de mecanismos para robar que han ido desde la constitución de un partido político para hacerlo hasta la conformación de un conglomerado de empresas de cartón para articular redes criminales y lavar lo robado.

Algunos sostienen que este mal será mayor cuanto más grandes sean los recursos públicos a los cuales se tenga acceso, especialmente si existe discrecionalidad para manejarlos. Será menor cuando la rendición de cuentas sea efectiva y existan más riesgos. Casos como los de TCQ generaban inmensas rentas, tenían una discrecionalidad altísima, la rendición de cuentas se había reducido a su mínima expresión y se percibía que el riesgo era inexistente.

Otros consideran que la demanda y oferta de corrupción es lo determinante. Para estos la demanda surge de personas u organizaciones que buscan evitar regulaciones o impuestos, o que quieren aprovechar ciertos incentivos y recursos. La oferta proviene de funcionarios con salarios bajos y sujetos a pocos controles y castigos, que buscan satisfacer la demanda. El caso de Aceros de Guatemala sugiere que hubo una fuerte demanda empresarial de corrupción para evitar el pago de impuestos y una oferta equivalente proveniente de funcionarios que favorecían la evasión tributaria aprovechando que estaban sujetos a pocos controles y castigos.

Evaluaciones más amplias han encontrado que los países de mayores ingresos, con sólidos sistemas de justicia, y con Estados fuertes tienen menos corrupción. Guatemala, con un Estado pequeño, débil y desintegrado, y con un sistema de justicia inoperante, cumplía con las condiciones generales que favorecían esta corrupción.

Pero ¿no hay “algo más” que explique lo amplio y diversificado de la corrupción guatemalteca? El concepto de “banalidad del mal” que Hanah Arendt utilizó para caracterizar lo ocurrido en la Alemania nazi puede servir. Arendt, una teórica del poder y de origen judío-alemán, consideraba que la deportación y asesinato masivo de judíos acometida por los nazis se explicaban en parte por el conformismo, la pasividad y la ignorancia. No resultaba de una transformación radical de las personas que las volvía crueles, sino de su tendencia a obedecer pasivamente las órdenes del Estado Nazi, y a aceptar la opinión de los demás sin evaluar de manera crítica su comportamiento. Los dirigentes nazis y gran parte de la sociedad alemana no cuestionaban su racismo extremo. Este mal, según Arendt, había tomado la forma de algo banal, ignorante, normal.

Posiblemente algo similar ocurrió en Guatemala. Con un poder judicial históricamente inoperante, y con un Estado debilitado por el neoliberalismo y crecientemente capturado por mafias, el reconocimiento de la honestidad se volvió en extremo débil y no había sanción a la corrupción. La corrupción llegó a ser aceptada como algo banal, casi normal, por parte de amplios y diversos sectores de la población, algunos cómplices. Pero finalmente una parte de la población hizo valer sus principios éticos, reaccionó en contra de este mal, salió a la calle y comenzó a revertir la corrupción. La corrupción dejó de ser algo banal.

Ahora corresponde construir un nuevo Estado que oriente, que sancione la corrupción y premie la honestidad. La acción del MP y de otros funcionarios probos permite vislumbrar lo que podría ser el surgimiento de un Nuevo Estado. Este resulta indispensable para asegurar que la corrupción no sea percibida como banal, y para erradicarla.

fuentesknight@yahoo.com

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