SIN FRONTERAS

Ciclos caducos en la diplomacia nacional

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Iván el temible se queda, se le ha renovado la confianza. Y Robinson sí se va, pues con los plazos no quedaba de otra. Pero parece que en el señor Arreaga envían una nueva y renovada versión de algo muy similar. Dos anuncios con tan solo horas de diferencia. Ah, el lenguaje de los mensajes.

¿Dónde quedó la algarabía de algunos tras la elección presidencial de EE. UU. pasada? Debiera ser un absurdo, pero la escena viene fácil de imaginar. Aquel día, se figura una mueca, una risa maquiavélica de oreja a oreja; es de algún político guatemalteco, o de algunos empresarios, o de militares, o reos, o de todos ellos juntos, mientras veían los resultados desplegarse. Su ilusión por revertir todo el mal que sobre ellos ha caído, con la eliminación de la señora Clinton y con el triunfo del viejo Tío Trump, y su cortejo de radicales republicanos. ¡Pence vicepresidente! Delataba aquella sonrisa la esperanza del retoño de viejas alianzas, las de la otrora guerra contra los “comunistas”. Ir al norte a buscar amigos con poder renovado fue su prioridad.

Los últimos meses han evidenciado —nuevamente— que los sectores afectados por la agenda internacional no son hondos en su análisis de la situación actual. No hacen su tarea. En verdad, no la han hecho desde hace tiempo. Quizás desde la Guerra Fría, desde las épocas de ese “Bien contra el Mal”, inspirado en Hollywood, con Rambo, Chuck Norris y tantas otras majaderías. Me sea disculpado introducir nimiedades al párrafo de hoy en día, pero círculos de élite crecieron bajo esa propaganda, y sus acciones develan que no tienen más escuela que esa.

Y penosamente, es bajo esa lógica que se leen las acciones actuales de estos sectores. Han caído en identificar a Todd Robinson como ese tipo de enemigo, y con eso han ido a tocar la puerta de salas conservadoras de aquel país. Las que aborrecen la agenda liberal en temas sociales: el aborto, el reconocimiento de la diversidad sexual, y en sí, toda visión de Estado no alineada con el predicamento Judeo-Cristiano. Y paulatinamente, la apariencia evidencia que en esta estrategia se ha envuelto la Cancillería de nuestro Estado.

Según trasciende en reportes noticiosos, en ese afán, grupos conservadores que dominan nuestra diplomacia decidieron enviar como embajador en Washington a don Manuel Espina. Un nombramiento político y no profesional, en nuestra sede más relevante en el exterior. Esto no solo sale de la línea que presume el presente gobierno —de ser uno de diplomáticos de carrera y no políticos—, sino además revela el tinte con que Guatemala propone las relaciones con su socio principal.

Y es que creyéndose amigos de religión, claro que viene como oportunidad hablar el mismo lenguaje con quienes ocupan la Casa Blanca. Pero es necesario que los sectores locales ahonden más en el estudio de sus interlocutores. Y que comprendan, que de poco servirá tener visiones en común, si ese conservadurismo estadounidense prioriza como eje la seguridad de su territorio.

Tarde o temprano quedará expuesto que romper nuestro Estado laico, y encausar nuestras relaciones internacionales sobre el eje del fundamentalismo religioso, es una penosa contradicción, que además será infructuosa. El conservadurismo anclado en nuestra diplomacia habrá caducado, si es incapaz de girar nuestras relaciones hacia el eje de la lucha contra la corrupción y de la inclusión social, para revertir el Estado fallido. Tacuche grande, sin embargo, para un gobierno como el de FCN-Nación, que pretende que, con discursos plagados de mensajes religiosos, desviará la atención de Washington DC.

@pepsol

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.