Recientemente la Unctad publicó el informe sobre el Comercio y el Desarrollo 2023, el cual bosqueja un futuro sombrío para la economía mundial, donde se espera que el crecimiento de la producción económica mundial se desacelere este año, antes de registrar un pequeño repunte en 2024. De confirmarse esta situación, sería uno de los crecimientos más bajos en las últimas cuatro décadas, fuera de los años de crisis.

Aunque el informe de Unctad predice que es poco probable que las economías emergentes más grandes proporcionen una compensación sólida a la desaceleración del crecimiento en las economías avanzadas, la OMC proyecta que el producto interno bruto real crecerá un 2,6 por ciento a tipos de cambio de mercado en 2023, y un 2,5 por ciento en 2024.

En este escenario, los desafíos a los que se enfrentan los países en desarrollo seguirán aumentando, con escasas perspectivas de que el comercio internacional sea un motor de crecimiento. Según el informe, después de experimentar un período de inestabilidad en 2020-2022, se prevé que el comercio mundial de bienes y servicios crezca alrededor del 1% en 2023, significativamente por debajo del crecimiento de la producción económica mundial.

A mediano plazo prevé que el comercio está volviendo a su tendencia moderada anterior a la crisis, pero a corto plazo se situará incluso por debajo de esta cifra, a pesar de que el comercio mundial de servicios muestra una relativa resiliencia, porque el crecimiento del comercio de mercancías se sitúa en territorio negativo en 2023.

El informe destaca que las débiles perspectivas comerciales coinciden con un renovado enfoque en las cuestiones de política. La asimetría de los beneficios del sistema de comercio internacional se ha convertido en una reacción contra las normas de la gobernanza mundial y, cada vez más, contra la idea misma del libre comercio.

Palabras, como fragmentación, desglobalización, relocalización, reducción de riesgos, desacoplamiento, autonomía estratégica abierta, nueva política industrial y otras más han contribuido a esta reacción y han llevado a los responsables de la formulación de políticas a reevaluar su priorización estratégica del papel del comercio.

En el informe se destaca, además, que en el debate político que se está desarrollando sobre la arquitectura reguladora del comercio mundial los costos potenciales de la profundización de las relaciones comerciales ya no se consideran marginales. Del mismo modo, la idea de que los beneficios de las reformas de la desregulación fluirían automáticamente está siendo fuertemente cuestionada.

El informe expresa preocupación por las nuevas iniciativas de los países avanzados, que tendrán un impacto negativo en el comercio mundial, a saber, el mecanismo de ajuste en frontera de carbono de la Unión Europea y el Reglamento sobre la deforestación.

El informe enfatiza que, si bien es importante que cada nación reconozca su papel en la solución de un desafío global común como el cambio climático o la deforestación, históricamente los países más ricos han generado una mayor cantidad de emisiones de carbono a lo largo del tiempo, y continuarán haciéndolo.

Otra preocupación planteada por el informe se refiere a las iniciativas de política industrial que se están adoptando en los países avanzados, lo que puede dar lugar a cadenas de suministro más cortas.

Para hacer frente a los desafíos mundiales contemporáneos, el informe sugiere que los países en desarrollo deben revisar sus acuerdos comerciales existentes a nivel bilateral, regional y multilateral a fin de crear un espacio de políticas para rediseñar sus perfiles de producción, consumo y comercio.