PLUMA INVITADA

El dinero lavado podría ser el talón de Aquiles de Putin

Estados Unidos y sus aliados no recurrirán a sus fuerzas armadas para hacer frente a la invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin. Dejaré que otros con experiencia en la materia especulen sobre si enviaremos más armas al gobierno ucraniano o, si el ataque ruso logra un rápido éxito, ayudaremos a armar a la resistencia ucraniana.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, la respuesta de Occidente a la agresión descarada de Putin involucrará sanciones financieras y económicas. ¿Qué tan efectivas pueden ser esas sanciones?

La respuesta es que pueden ser muy efectivas, si Occidente muestra voluntad, y está dispuesto a asumir su propia corrupción. Según medidas convencionales, el régimen de Putin no se ve muy vulnerable, al menos a corto plazo.

Es cierto que Rusia acabará por pagar caro. No habrá más acuerdos de gasoductos; la inversión extranjera directa será casi inexistente. Después de todo, ¿quién querrá hacer compromisos a largo plazo con un país cuyo liderazgo autócrata ha demostrado un desprecio tan imprudente por el Estado de derecho? Pero estas consecuencias del ataque de Putin tardarán años en hacerse visibles.

Y parece haber poco espacio de maniobra para las sanciones comerciales. De eso, podemos y debemos culpar a Europa, que comercia mucho más con Rusia que Estados Unidos.

' Para tomar medidas eficaces contra la mayor vulnerabilidad de Putin habrá que enfrentarse a la propia corrupción de Occidente y superarla.

Paul Krugman

Por desgracia, los europeos han cometido la irresponsabilidad de permitirse ser muy dependientes de las importaciones de gas natural ruso. Esto significa que, si intentaran cortar las exportaciones rusas a gran escala, se impondrían a sí mismos precios altísimos y escasez. Con la motivación adecuada, todavía podrían hacerlo: las economías avanzadas modernas pueden ser bastante resilientes en tiempos de necesidad.

Pero es probable que ni la invasión a Ucrania sea suficiente para convencer a Europa de hacer ese tipo de sacrificios. Es revelador, y no en el buen sentido, que Italia quiera que los artículos de lujo —una compra favorita de la élite rusa— queden excluidos de los paquetes de sanciones.

Las sanciones financieras, que reducen la capacidad de Rusia para recaudar y mover dinero en el extranjero, son más fáciles de aplicar; de hecho, el presidente Joe Biden anunció los planes para imponer medidas de mano dura contra los bancos rusos. En la práctica, una exclusión del SWIFT podría significar un alto en los suministros de gas proveniente de Rusia, lo cual nos lleva de vuelta al problema de la vulnerabilidad autoinfligida de Europa.

A pesar de ello, las democracias avanzadas del mundo tienen otra poderosa arma financiera en contra del régimen de Putin, si están dispuestas a usarla: pueden ir tras la enorme riqueza en el extranjero de los oligarcas que rodean a Putin y le ayudan a mantenerse en el poder.

Todos han oído hablar sobre los gigantescos yates, las franquicias deportivas y las mansiones increíblemente caras propiedad de los oligarcas en varios países; el dinero ruso es tan visible en el Reino Unido que algunas personas hablan de “Londresgrado”. Digamos que no se trata de casos aislados.

Filip Novokmet, Thomas Piketty y Gabriel Zucman señalaron que Rusia ha tenido superávits comerciales enormes año tras año desde principios de los noventa, que debieron haber originado una tremenda acumulación de activos en el extranjero. No obstante, las estadísticas oficiales demuestran que Rusia solo tiene unos cuantos activos más que pasivos en el extranjero. ¿Cómo es posible? La explicación obvia es que los rusos acaudalados han sustraído grandes sumas de dinero y las han depositado en el extranjero.

Las sumas en cuestión son alucinantes. Novokmet estima que, en 2015, la riqueza oculta en el extranjero de los rusos adinerados ascendía a alrededor del 85 por ciento del PIB de Rusia. Para hacernos una idea, es como si los compinches de un presidente estadounidense hubieran logrado ocultar US$20 billones en cuentas en el extranjero. Otro documento coescrito por Zucman descubrió que en Rusia: “La gran mayoría de la riqueza se encuentra en el extranjero”. Hasta donde sé, la exposición en el extranjero de la élite rusa no tiene precedentes en la historia, y crea una enorme vulnerabilidad que Occidente puede explotar.

Pero, ¿los gobiernos democráticos pueden ir tras esos activos? Sí. Según leí, los fundamentos jurídicos ya están ahí, por ejemplo, en la ley estadounidense para contrarrestar a adversarios a través de sanciones, y también la capacidad técnica. De hecho, el Reino Unido congeló los activos de tres importantes compinches de Putin a principios de esta semana y podría hacer lo mismo con muchos más.

Así que tenemos los medios para ejercer una enorme presión económica sobre el régimen de Putin (y no sobre la economía rusa). Pero, ¿tenemos la voluntad para hacerlo? Esa es la pregunta del billón de rublos.

Hay dos hechos incómodos aquí. En primer lugar, una serie de personas influyentes, tanto en los negocios como en la política, tienen un fuerte vínculo financiero con los cleptócratas rusos. Esto es en especial cierto en el caso del Reino Unido. En segundo lugar, será difícil ir tras el dinero lavado ruso sin hacerles la vida más difícil a todos los blanqueadores de dinero, vengan de donde vengan y, aunque los plutócratas rusos puedan ser los campeones en ese deporte, distan de ser los únicos: en todo el mundo hay multimillonarios que esconden dinero en cuentas en el extranjero.

Esto quiere decir que para tomar medidas eficaces contra la mayor vulnerabilidad de Putin habrá que enfrentarse a la propia corrupción de Occidente y superarla. ¿Podrá el mundo democrático estar a la altura de este desafío? Eso está por verse en los próximos meses.

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