MIRAMUNDO

La columna que nunca fue

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Escribir por escribir no tiene objeto, el terror a la hoja en blanco existe, pero más grande es la impotencia de tener la oportunidad para aportar y sentirse incapaz de hacerlo y se es ineficiente porque rebota por la cabeza ¿qué objeto tiene tocar temas de derecho en un país donde quienes ejercen la autoridad están cada vez más lejos de él?

' Frustra ver un país para atrás en sus instituciones.

Alejandro Balsells Conde

Que el guatemalteco vive una desvinculación con lo jurídico es innegable, como bien dicen los sociólogos, el tránsito es el mejor laboratorio para conocer el nexo efectivo entre una sociedad y sus leyes, así que a la vista diaria cómo nos sentimos sometidos a las normas de convivencia.

Escribir, si bien es un oficio, también frustra. Luego de más de 25 años de tratar de fomentar el estudio del Derecho Constitucional en las aulas universitarias pasé días “craneando” cómo analizar el fallo de la Corte de Constitucionalidad por el cual resolvió la cuestión de competencia entre el TSE y el Organismo Judicial, en el cual, sea dicho por cierto, enterró dos conceptos básicos del constitucionalismo mundial: el de supremacía y rigidez constitucionales, pero ¿para qué? ¿será que a alguien le importa que en esa resolución esta magistratura enterró 37 años de jurisprudencia y nos colocó justo como se entendía el régimen electoral durante los gobiernos militares?

Muchas personas están seguras de que lo sucedido en las cortes solo importa a abogados y este tremendísimo error le ha dado un poder desmedido y bestial a un gremio conducido, en estos momentos, por derroteros donde el individualismo y la gratitud es el garante de muchas decisiones trascendentales, convirtiendo la fidelidad al jefe en la guía de decisiones.

El país llegó al extremo de contar con más de 140 bloqueos en sus carreteras; todo el mapa está afectado. Quetzaltenango, segunda ciudad del país, lleva más de una semana en paro y la capital ajustó tres, y todo porque el Presidente de la República, aunque lo niegue, intenta burlar los efectos de las elecciones municipales, legislativas y presidencial.

Vimos las cataratas de plata gastadas para subir a la segunda vuelta a un candidato oficial, superado hasta por sus propios candidatos al Congreso, lo cual explica mucho, y para qué hablar más del tema.

Duele comentar tanto un absurdo, duele ver millones de guatemaltecos en paro porque el Ministerio Público, fuera de toda competencia legal, pero fuera de toda lógica, pretende contar los votos, operación hecha por los miles de miembros de juntas receptoras de votos y fiscales de muchísimos partidos, más la prensa, y luego pretender que serán ellos los “legitimadores de un proceso electoral”, cuando la credibilidad de los ocupantes de Gerona está en los suelos.

Discutir, debatir, analizar o concluir en un país con 37 años de vigencia constitucional cómo una elección se gana con más votos me resulta tremendamente estúpido y además desgastante. Los procesos electorales latinoamericanos fueron blindados en los 80 porque se constituyeron en los garantes del retorno a la institucionalidad democrática y republicana. Entonces ¿para qué hablar de lo obvio? ¿para qué gastar tinta en señalar que una elección se gana con votos? ¿para qué gastar espacio en afirmar los prevaricatos de jueces serviles con un grupo de gente que pretende usufructuar el poder utilizando “barnices” judiciales?

Frustra ver un país para atrás en sus instituciones, pero también se genera mucha esperanza cuando la población sale a defender su voto, y si bien esto es encomiable, la causa reside en quienes encarnan el regreso a un pasado y de nuevo me pierdo en el tema… para ofrecer disculpas por escribir la columna que nunca fue.

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.