Aleph

La ficción de un crimen de Estado

Un gesto gigante de reparación simbólica de parte del director Bustamante.

Uno de mis grandes maestros de Literatura en la Universidad me dijo una vez, al leer un poemario sobre el dolor, que hasta el infierno podía narrarse con absoluta belleza. Eso sentí al ver Rita, la película más reciente del director guatemalteco Jayro Bustamente, que se presentara ayer en el Teatro Nacional. Una película que desnuda un crimen de Estado cometido el 8 de marzo de 2017, en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción.

Un gesto gigante de reparación simbólica de parte del director Bustamante.

Cómo no recordar aquel día y los posteriores, con todo y sus escenas de horror, sus 41 adolescentes muertas y sus 15 sobrevivientes. Cómo no recordar que hubo “buenas” personas que en las redes sociales dijeron: “qué bueno que se quemaron esas mareras”, que no eran mareras sino víctimas de tortura, violaciones y abusos (y aunque lo hubieran sido). Cómo no recordar que las órdenes de no abrirles las puertas durante los 9 minutos que tardó el fuego llegaron del más alto nivel del gobierno de turno. Cómo no recordar ese hecho, que significó un parteaguas en la historia de la niñez y la adolescencia en Guatemala. Cómo no recordar que, siete años después, la justicia no llega.

Rita es la primera coproducción entre Guatemala (Casa de Producción/Jayro Bustamante) y Hollywood (Concordia Studio/Jonathan King); primera, también, a nivel centroamericano. Además, es una película que, a través de la ficción, representa y problematiza un hecho de violencia en particular.  Jayro Bustamante lo hace de manera única; no es casualidad que la película, apenas presentándose hace pocos días en el Festival Fantasía en Montreal, recibiera el premio por “Mejor Cinematografía” y que su director hubiera sido invitado, algunas semanas antes, a formar parte de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos.

En Rita, la película coral de Bustamante, él usa los mundos de la magia y la fantasía para contar la historia de una niña que enfrenta una dura realidad en Guatemala. Termina, así, contando lo que le sucedió a las 56 niñas y adolescentes que aquel día fueron colocadas en un aula de 7 x 6.8 metros, donde no había siquiera un baño. Aquel 8 de marzo, después del desayuno que comieron entre orines que corrían debajo de la puerta, ellas pedían salir al baño y algo para cubrirse del frío. La tensión crecía. Entonces, una niña encendió una colchoneta, segura de que les abrirían la puerta. Nadie la abrió. Nadie. A los bomberos solo les permitieron entrar 40 minutos después. Un día antes, un grupo de adolescentes mujeres y hombres  había escapado de aquel hogar de “protección” del Estado. Sin embargo, horas después, con el apoyo de la Policía Nacional Civil, varios fueron devueltos al lugar. Fue entonces cuando las pusieron a ellas en el aula y a ellos en el auditorio. Para no olvidar este crimen de Estado, dejo el artículo escrito entonces por Carlos Sebastián, con información de lo sucedido y testimonios de los mismos representantes de las instancias públicas involucradas (https://nomada.gt/las-mentiras-sobre-el-8-de-marzo-y-la-orden-de-jimmy-que-cambio-todo/).

Hace pocos días, algunas de las sobrevivientes del incendio, así como familiares de las víctimas que murieron, vieron la película en un teatro de la ciudad. Fue, definitivamente, un gesto gigante de reparación simbólica de parte del director Bustamante hacia quienes nada o casi nada han recibido de un Estado que les ha arrebatado y negado siempre tanto.

Trescientas adolescentes de toda Guatemala actuando, la voz de Sara Curruchich en un momento crucial de Rita, el ineludible cierre de Gaby Moreno sin el cual le faltaría algo a la película, el buen cine de Jayro Bustamente y un crimen de Estado sin resolver. Todo es parte de esta gran obra cinematográfica. Pero lo que subyace a ese todo son las historias verdaderas de 56 adolescentes que aquel día vivieron lo indecible, aunque al final de la película se diga que cualquier parecido con hechos reales es mera coincidencia.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.