El domingo 12 de julio, la Asociación Guatemalteca de Enfermedades Infecciosas (Agei) publicó una carta abierta dirigida al presidente, a las autoridades del Ministerio de Salud y a la Comisión Presidencial de Atención a la Emergencia Covid-19 (Coprecovid).

En la misma externa su preocupación por las “consecuencias devastadoras que en este momento podría traer para el país la liberación de las restricciones existentes en el transporte público y en actividades no esenciales”. Advierte que hacerlo “podría acelerar aún más la transmisión comunitaria e incrementar el número de casos que requiere atención hospitalaria y elevar los fallecimientos”.

Este comunicado se publicó 4 días después de que el mandatario, desde el aeropuerto Mundo Maya, expresó que había dos caminos frente a la pandemia: “O les da o se salvan” (Radio Punto, 8 de julio 2020). Esa aseveración —no lo dice la Agei, lo digo yo— es lo más parecido a cuando el capitán de un barco que se hunde, grita: “sálvese quien pueda” y no contribuye a generar el tan ansiado respaldo político y la unidad ciudadana que, reiteradamente, pide en sus alocuciones dominicales. Entre paréntesis, la comunicación estratégica en la gestión de esta emergencia sigue siendo otra materia pendiente del Ejecutivo.

Doctor Giammattei, en esta carta abierta la Agei le ofrece nuevamente su apoyo y acompañamiento para la atención de esta crisis nacional. Le propone una serie de recomendaciones imprescindibles para atender temas sustanciales como los siguientes: el número y el manejo de las pruebas, las estrategias de seguimiento y trazabilidad, la dotación a las y los trabajadores de la salud del Equipo de Protección Especial que garantice su vida y la de sus familias; y el abastecimiento de medicamentos, insumos y equipamiento adecuado en los hospitales nacionales y temporales para salvar al mayor número de pacientes.

Escúchelos, presidente, reúnase con sus integrantes y reflexionen juntos. Acepte analizar y discutir el Plan que ponen a su disposición para la apertura progresiva y segura. Sumar conocimientos, experiencias y capacidades es el único camino viable para enfrentar esta situación que parece estarse yendo de las manos. La población merece de un presidente una respuesta que esté a la altura del desafío que le toca enfrentar.

Comparta sus estrategias con quienes pueden ayudar a mejorarlas. Esta no es una competencia por saber quién es más listo o quién sabe más. No se trata de atar a la responsabilidad individual el éxito o el fracaso de los planes que se implementen. La conducta ciudadana es clave, pero es solamente uno de los elementos a considerar, sobre todo cuando los problemas estructurales —que son históricos pero que la pandemia agudizó— dificultan en extremo que todo sea cuestión de voluntad.

Por eso, como también expresa la Agei, el gobierno debe proveer y garantizar las compensaciones económicas que permitan a la mayoría de familias en situación de precariedad enfrentar este difícil momento y, hasta ahora, la ejecución de esos programas también ha sido insuficiente.

De Covid-19 han muerto hasta hoy 1,219 personas. Nos duelen todas. Y también duele saber que no fue esta enfermedad la única causa de su muerte. La corrupción, el abandono histórico, la ineficiencia, la indiferencia, el lucro por encima de la vida, la salud como mercancía y la incapacidad en la ejecución de los recursos para atender esta emergencia también les costaron la vida. Sin haber cobrado su salario y pagando sus medicamentos murió el sábado el doctor Óscar Hernández, en el mismo hospital del Parque de la Industria donde luchó por salvar la vida de sus pacientes. ¿Qué más hace falta para que esto no vuelva a pasar?