Guatemala tiene en la Segeplán (1954) a la institución más antigua y duradera de planificación de Estado en Centroamérica, aunque, por error, la página oficial coloca que fue fundada en 1997. A lo largo de sus casi 69 años de existencia (este año, en noviembre), la Segeplán ha sabido superar y adaptarse a las transformaciones que han vivido los Estados de la región, que transitaron entre los años 50 hasta finales de los 70 del siglo XX de la época de la planificación centralizada, en un contexto de Estado desarrollista, a los procesos de Ajuste Estructural de los años 80 y 90, con el que inició la redefinición del rol del Estado en el desarrollo, así como el desmantelamiento y cierre de muchas entidades públicas. En el caso de la Segeplán, significó dejar atrás el paradigma de planificación centralizada para adoptar el de planificación estratégica, de gestión de Estado por proyectos, y la sustitución de planes quinquenales de desarrollo, diseñados con un impresionante nivel de detalle, por planes cuatrienales de gobierno, cada uno con sus propios contenidos y calidades, que ha sido la tónica desde el primer gobierno civil a la fecha.

En la década de los noventa, con la imposición del Consenso de Washington, que aceleró el desmantelamiento del aparato público, la privatización de bienes públicos y la terciarización de funciones de Estado al sector privado, la Segeplán dejó de ser la Secretaría del Consejo Económico y Social, donde tenía una función de ente coordinador de este Consejo —aunque, en la práctica, realmente ya no lo tenía porque con el ajuste estructural se fue debilitando esta estructura de coordinación que venía del Estado Desarrollista— y pasó a ser la Secretaría Técnica de la Presidencia, que asesora a la Presidencia y al Estado en sus ámbitos de competencia, que son cinco. Esto se consagró en la reforma de Ley del Organismo Ejecutivo de 1997 y está vigente a la fecha.

Con la reforma del año 1997, a la par de que se terminó de perder esa función de ente de coordinación de los ministerios que tenía Segeplán se profundizó el rol de rectoría sectorial de cada ministro sobre su sector, que aceleró ese proceso de descoordinación que se fue profundizando durante los siguientes años y ahora es un auténtico valladar para el desarrollo. Pero, por otra parte, la reforma del 97 le dio a la Segeplán funciones muy importantes en materia de apuntalar la descentralización de la gestión del Desarrollo; en la inversión pública y en el reconocimiento de los territorios como entes históricos y socioeconómicos y culturales que tienen dinámicas diferenciadas del desarrollo que la planificación tiene que atender. De hecho, la Segeplán se ha distinguido de entonces por sus contribuciones y desarrollos metodológicos en planificación territorial y ya no solo planificación institucional.

Al tomar auge en la primera década del siglo XXI el enfoque de la Nueva Gestión Pública, con la gestión por (o para) resultados de desarrollo, y la importancia de una efectiva articulación plan-presupuesto, la función de planificación y la Segeplán tomó nuevo aire. Los primeros pasos de este proceso se dieron entre el 2005 y el 2011 y se concretaron entre el 2012 y el 2013, ya con instrumentos, normativas y procesos que han venido tecnificando el arte de hacer planes, al menos en el nivel central de la Administración Pública. No son avances menores. Además, se han hecho muy frecuentemente a contracorriente. Por eso vale la pena recordarlas, pues parte de lo que ha permitido que la Segeplán se mantenga en el plano de lo técnico es que se ha mantenido relativamente blindada de la politiquería y el clientelismo absoluto que asfixia a los ministerios ejecutores.