De mis notas

Semana Santa en Guatemala: renacimiento entre la fe y la tierra

El llamado a la acción se extiende más allá de las iglesias y hogares.

En la Guatemala envuelta en la bruma matinal, donde la Semana Santa trae consigo la reflexión y la promesa de renovación, la dualidad de nuestra existencia se despliega en toda su magnitud. Aquí, la fe y la familia emergen como refugios del alma, un entrelazado de tradiciones ancestrales y de la naturaleza que implora ser reconocida y respetada en nuestro compás moral.

La resurrección trasciende la narrativa religiosa y se enraíza en el respeto por nuestro hogar común.

La familia, ese núcleo indiscutible de la sociedad guatemalteca, resplandece durante estos días de celebración cristiana, ofreciendo un puerto seguro de reencuentro y fortalecimiento.

Más que nunca, en el paso cadencioso de las procesiones y en el reflejo de las imágenes sagradas, vemos reflejadas nuestras propias historias familiares, tejidas de amor, resiliencia y esperanza. Es aquí, en la reunión alrededor de mesas repletas de recuerdos y en los abrazos que trascienden el tiempo, donde se renuevan los votos de solidaridad y se nutren los valores que sostendrán a futuras generaciones.

La familia se convierte en el espejo donde las generaciones se ven reflejadas, compartiendo enseñanzas que han resistido el paso del tiempo. Cada narración familiar, cada plato compartido, cada oración ofrecida, fortalece los lazos que nos unen, reafirmando que es en el núcleo familiar donde las semillas del futuro germinan, sembrando compasión, respeto y cuidado del otro.

Los eventos recientes, como el incendio en los bosques del volcán de Agua, nos obligan a mirar más allá de nuestras celebraciones y reflexionar sobre cómo, en el seno familiar, también se cultiva el amor y el respeto por la naturaleza. Nos despiertan a la realidad de nuestra responsabilidad ambiental, recordándonos que cada acción nuestra tiene un impacto directo en el entorno que dejaremos a nuestros hijos y nietos.

La Semana Santa nos inspira a proteger esos espacios sagrados, testigos de nuestra cultura y legado. Este paralelismo entre la resurrección de la fe y la del medioambiente nos impulsa a acciones concretas. Así como renovamos los lazos familiares y reafirmamos nuestra fe, estamos llamados a sanar nuestras tierras y a cuidar de ellas, como cuidamos a los miembros de nuestra familia.

La verdadera resurrección se logra en la conjunción de nuestras tradiciones y en el cuidado de nuestro hogar común. En esta tierra de marcados contrastes, la Semana Santa es un momento de comunión espiritual y terrenal, enseñándonos que el renacer verdadero incluye el florecimiento de la familia y de la tierra, en un ciclo eterno de vida.

El llamado a la acción se extiende más allá de las iglesias y hogares, invitándonos a inculcar en nuestros seres queridos un profundo respeto por la vida en todas sus formas. La Semana Santa se convierte en un acto de resurrección que abraza la vida, la familia y el planeta.

En el retorno a la cotidianidad, el espíritu de la Semana Santa persiste, guiándonos hacia el renacimiento y la renovación. Nos insta a ser portadores de cambio, a honrar la vida y asegurar un futuro de esperanza y respeto para todos.

En Dios confiamos

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.