Después de estar Guatemala envuelta en tanto revuelo, algo bueno está ocurriendo en el ámbito de conservación de nuestros bosques. Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) recién lanzó un proyecto cuya inversión de más de 11 millones de dólares se destinará a la conservación de bosques críticos de la Selva Maya y el Trifinio de Guatemala.

La meta de este proyecto es restaurar al menos 21,303 hectáreas, mitigar la emisión de 2.8 millones de toneladas de dióxido de carbono y mejorar el manejo de 528,366 hectáreas en beneficio de 10,000 personas, especialmente mujeres y hogares monoparentales femeninos. Este proyecto es una gran respuesta al cambio climático y por supuesto a los esfuerzos que estamos supuestos a realizar de frente a los compromisos que Guatemala tiene en los acuerdos que se han celebrado en las COPS, en relación con las contribuciones determinadas DC y no determinadas NDC para bajar el dióxido de carbono.

Tanto el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (Marn), el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (Maga), el Consejo Nacional de Bosques (Inab), y por supuesto, UICN están demostrando que el interés por conservar nuestros preciados bosques es de beneficio nacional. Esta combinación de instituciones nos brinda una esperanza para que fructifiquen los esfuerzos que estarán concentrados en más de un millón de hectáreas en la zona núcleo y más de 700,000 hectáreas en la zona de uso múltiple de la Reserva de Biósfera Maya (RBM).

Por si no lo sabía, la RBM es el área protegida más grande de nuestro bello país centroamericano. Su extensión es de más de dos millones de hectáreas, lo que significa que la tarea de conservación es enorme,  pues estamos hablando de la quinta parte del territorio nacional.  Por su lado, la Reserva de la Biósfera Trifinio Fraternidad es además un área estratégica para la región, especialmente por la producción de agua, con una extensión total de 7,541 km2, de los cuales el 44,7% corresponde a Guatemala. Un importante proyecto para beneficio de las comunidades y ecosistemas de dos reservas de Biósfera en el país.

Si comprendemos la magnitud de este proyecto, y analizamos sus futuros beneficios, nos daremos cuenta que estamos frente a una gran oportunidad venida del cielo, ya que ambas reservas constituyen refugios para la biodiversidad y el patrimonio natural y cultural de la región mesoamericana. Ambos proveen servicios sistémicos vitales, pero al mismo tiempo y los dos han estado sujetos a la deforestación y degradación. Este factor es letal para ellos pues incrementa su vulnerabilidad climática que les hunde en la pobreza.

En mis próximos artículos les escribiré sobre la 28ª Conferencia de las Partes (COP28) celebrada en Dubái, Emiratos Unidos, que consiguió la creación del fondo de “pérdidas y daños” para apoyar a países azotados por el calentamiento global.  Nuestros pueblos indígenas que han sido de los más golpeados tuvieron una participación crucial, pues les hicieron recordar que ellos constituyen el 5% de la población mundial, en contraste con el 82% de la biodiversidad del mundo que está dentro de sus territorios indígenas.

Siempre he pensado que indistintamente lo que se logre en estas Conferencias de Partes para disminuir el calentamiento global, lo que localmente hagamos por iniciativa propia a través de organizaciones como UICN, formada por la Unión de Miembros gubernamentales y de la sociedad civil, son verdaderamente las que pueden marcar una diferencia, pues nos demuestran que no tenemos por qué quedarnos de brazos cruzados esperando a que los fondos vengan. Felicitaciones por el proyecto lanzado.