No todo está perdido. La iniciativa de inaugurar un servicio de transporte público eléctrico demuestra visión de futuro, en niveles locales. La fábrica Marcopolo del Brasil en conjunto con empresas chinas está exportando hacia América Latina autobuses eléctricos totales e híbridos. La Municipalidad de Santa Catarina Pinula se arriesgó a ponerlos en funcionamiento.

En general, los transportes eléctricos suelen ser para ferrovías con alimentación externa. Tranvías y trolebuses han servido para movilizar a la población de las ciudades en Europa. En México no se abandonó el sistema y continúa su utilización hasta la fecha. Kiepe Elektrik ha invertido en varias plantas de fabricación de motores; deja el montaje de la carrocería a otros. Desde el siglo pasado posee o es asociada con empresas de varios países: Alemania, Austria, Suiza, Italia y Canadá. En el país podría hacerse. Obviamente también existen marcas con el ciclo completo: Breda y Ansaldo en Italia, Hess en Suiza. También hay en China, Rusia y otros países europeos.

Los sistemas de alimentación eléctrica continua son más eficientes y carecen del problema de la disposición final de las baterías. Pero como en nuestro país, donde la irresponsabilidad con la inmundicia es suprema, donde se contaminan ríos y aguas con toda clase de desechos, especialmente los plásticos, es normal el surgimiento de temores por eventos indeseables. No obstante, el miedo no debe gobernar la decisión de mejorar y adaptarse al futuro. Al fin, cuando se generalicen los automóviles eléctricos, que será pronto, el riesgo de contaminación se multiplicará como sucede con los desechos botados en el Motagua, conducidos a las playas de Honduras.

Instalar un transporte con conexión permanente supone varios problemas: 1. Disponer las líneas catenarias a lo largo de la ruta; 2. Tener dispuesto un servicio de atención a los incidentes con alta tensión; y 3. Respetar el derecho de vía. Todos pueden ser superados como se demuestra con el transmetro de la ciudad de Guatemala, al asignarle carriles exclusivos. La creación de tranvías, trolebuses y trenes eléctricos podría llevarse a cabo con gobernantes ilustrados y honrados.

La oposición de algunos expertos es notoria. Los intereses son muchos y las garras de los ricos transportistas, subvencionados con fondos públicos, aparecen cuando se hace una propuesta de modernización. La oposición al seguro para el transporte es un ejemplo de la utilización de tuctuqueros como carne de cañón para impedir una medida necesaria.

Cuando se desea diversificar el transporte como la reactivación de los ferrocarriles aparecen las dudas ante la opacidad. Hoy, el asunto despierta escepticismo por el secretismo de la negociación. La firma de un contrato entre Ferrovías y la mexicana Remed es un misterio, donde no se sabe si se rehabilitará la vía o se defraudará a una empresa, propiedad en más del 80% por el Estado. Se sospecha si solo se hará la venta de los predios de las abandonadas estaciones ferroviarias en las principales ciudades de la Costa Sur. Se mezclan asuntos de almacenaje, abuso de funciones, incuria de la intervención y toda clase de sospechas sobre los funcionarios de gobierno. En fin, no es un asunto de reactivación del transporte, sino de las malas prácticas en los negocios públicos. Algunos dicen que se usurpa el nombre de empresas de otros países. ¿Se oirá en la costa el silbato del tren algún día?

Se desea el éxito a la experiencia de la comuna pinuleña. Si se consigue, el alcalde y la corporación municipal deben ser felicitados. Esperemos lo mejor.