DE MIS NOTAS

¿Cuál júbilo?

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Le pueden decir a uno cualquier cosa. Que somos paísito subdesarrollados y que en estos tiempos no alcanza la plata. Que todos los gobiernitos de “cuarentiocho” meses no se ocuparon nunca de cambiar el sistema de previsión social porque la dimensión del drama excede su capacidad política. Que como nadie le entró a una solución de fondo, ahora es muy difícil, si es que no imposible, hacerlo. Qué sé yo. Excusas sobran.

El hecho es que ahí está una maestra jubilada sobreviviendo en la miseria con un sueldo de Q1,650 mensuales. Una trabajadora del Estado que por más de 25 años cumplió con su trabajo. Y también en pagar sus contribuciones mes a mes durante dos décadas y media, para poder retirarse con una pensión decorosa y digna. Ahora el sistema arcaico le retribuye una pensión absolutamente insuficiente en calidad de insulto.

Cuando se retiró esos Q1,650 mensuales por su trabajo de maestra era el equivalente hoy de unos 10 mil quetzales.

El coste de la vida era mucho más barato y accesible. Desde alquileres, transporte, energía eléctrica, hasta la canasta básica. Comprar la canasta básica hoy cuesta Q2,750. Ella gana Q1,650. La aritmética es implacable.

Ahora, si esta jubilada se enferma y requiere atención médica, la situación se le torna peor: le dan una cita en el IGSS para dentro de cuatro meses después. ¡No es exageración! ¡He visto con mis propios ojos la tarjeta!

Ahora tampoco puede curarse. El drama le estrecha aún más el círculo de pobreza. El sistema de previsión social que le descontó los pagos para estas eventualidades también le falla.

El enredo del Instituto de Seguridad Social se origina de años atrás, cuando el Gobierno decide no pagarle por los trabajadores del Estado pero le obliga a prestarle servicios médicos. La deuda asciende a 15 mil millones de quetzales.

Los trabajadores que reciben una pensión del Estado enfrentan situaciones que dan vergüenza. Una jubilada se presenta entre el 3 y el 8 de diciembre para que le den su certificación de sobrevivencia, para comprobar que no ha fallecido. Se va a los Estados Unidos a visitar a su hija durante seis meses. Cuando regresa, se percata de que no le han depositado. Cuando pregunta le dicen que no aparece en el listado de “sobreviviente”. Que presente la contraseña. No la tiene. La extravió. Como es evidente que está viva solicita que le depositen lo atrasado. Le dicen que no es posible. ¿No es posible? Que eso deberá asumirlo como una pérdida. ¿Una pérdida? ¿A cuenta de qué una pérdida? ¿Acaso el sistema no puede simplemente devolverle ese dinero? ¿Ponerse al día? Sería lo lógico en cualquier país, menos GuateMALA.

Desde hace tres meses el IGSS no tiene las medicinas que son vitales para su tratamiento de presión arterial y ha tenido que gastar casi cuatro mil quetzales mensuales en la compra de ellas en el mercado regular. Exigen llamar todos los días y siempre dicen que el producto no ha llegado.

El PBX tiene una espera de cinco minutos promedio. Cuando contestan trasladan la llamada a la clínica respectiva. Otros cinco minutos. Muchas veces se corta.

El coste de una llamada para alguien que lo hace con minutos prepago es impagable. Si se aboca a las clínicas tampoco funciona porque en “información” no tienen esa información y le dan un número de turno que le lleva hasta cuatro horas de espera, después de lo cual le dicen de todos modos que no hay medicinas.

Por cierto, el medicamento es Plendyl 5 mg. El otro es Tritace y Valpakine. Los mismos que salieron en la televisión vendiéndose en las afueras de los hospitales en aquella red de traficantes de medicamentos que fue capturada…

Lloremos…

alfredkalt@gmail.com

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.