Editorial

Aspiración constante a la convivencia en paz

Jesús trajo un mensaje de paz, cristalizado en el mandato de amar a quienes nos odian.

En el fondo de todo conflicto armado siempre hay intolerancias acumuladas, prejuicios fermentados y resentimientos históricos que, de pronto, fueron catalizados por crisis o agresiones extremistas, en un círculo vicioso de violencias, represalias y venganzas. No obstante, está demostrado que por más justificación aparente que tenga una ofensiva armada, solo causa destrucción y nuevos odios. Bien lo dijo el Papa Francisco durante un rezo del ángelus en el inicio de la cuaresma 2024: “La guerra es siempre una derrota, siempre. Dondequiera que se haga, las poblaciones están agotadas, están cansadas de la guerra, que como siempre es inútil e inconclusa, y solo traerá muerte, solo destrucción, y nunca aportará una solución”.

En estos días durante los cuales se conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, es necesario que los hombres y mujeres de buena voluntad eleven oraciones, pero también expresiones en redes sociales, en favor de la paz. Jesús trajo un mensaje de paz, cristalizado en el mandato de amar a quienes nos odian. Tal imperativo categórico del amor es hoy, más que nunca, válido y necesario para clamar por el cese de tantas guerras.

El Estado de Israel fue objeto de una serie de atentados y de la masacre de cientos de ciudadanos por parte del grupo extremista Hamás, el 7 de octubre de 2023; un acto deleznable. Ello desató una fuerte represalia sobre la población palestina de la Franja de Gaza que se ha extendido por más de cinco meses y que deja ya miles de víctimas entre militantes extremistas, pero también población civil, incluyendo ancianos y niños, lo cual ha generado críticas hacia el gobierno israelí. La legítima defensa es válida, pero cuándo el agraviado se convierte en aquello mismo que combate es necesario hacer un alto para encontrar entendimientos.

Asimismo, el mundo atestigua impávido cómo sobrepasa ya los dos años de duración la absurda e injustificada agresión de Rusia contra Ucrania, bajo motivaciones cuasizaristas del gobernante Vladímir Putin. En todo caso, a estas alturas de la guerra ya se debería contar esta operación como un rotundo fracaso de este, ya que debía durar unas pocas semanas, pero ha causado la muerte de miles de soldados ruros, un costo incalculable para su economía y una cauda enorme de fallecidos, heridos y desplazados que caen sobre la conciencia de dicho mandatario, exintegrante de la KGB soviética y todo un peligro para la seguridad geopolítica global.

También son preocupantes las exhibiciones armamentísticas periódicas e intimidantes de China en contra de Taiwán o de Corea del Norte hacia Corea del Sur; la continuación de los conflictos en el llamado cuerno de África por disputas territoriales y de recursos petrolíferos, o la misma desbandada de criminales en Haití que han puesto en jaque al Estado, sobre todo tras la renuncia del mandatario, y han convertido al país en escenario de una caótica barbarie, que a su vez tiene trasfondos de despojo colonialista y regímenes dictatoriales que nunca velaron por el bienestar de la población, sino de una manga de allegados.

No basta rezar, como decía una canción contestataria de la década de 1970, pero bien se puede empezar, en los países de fe como Guatemala, una campaña de plegarias y llamados a la paz. Esto, a su vez, comporta una renovación de conductas, posturas y particulares animadversiones manifiestas que a menudo son sostenidas por personas que se dicen creyentes. La paz es una aspiración válida y necesaria, pero empieza en la persona, la familia y la comunidad.

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