Editorial

Borrasca bélica pone en vilo a todo el mundo

Nadie triunfa en una guerra.

En ninguna guerra hay triunfador; todos pierden. Todo conflicto armado es sinónimo de muerte, sufrimiento y dolor. Esta semana se anticipaba volátil para los mercados financieros globales, debido al ataque de Irán contra Israel, con drones y cohetes, el 90 por ciento de los cuales fueron eliminados por el sofisticado y mundialmente famoso sistema de defensa antimisiles Cúpula de Hierro. Por primera vez en los 45 años de régimen extremista iraní, este país ejecuta directamente una ofensiva contra el territorio y pueblo israelí. Dada la distancia y la posición geográfica, tales proyectiles atravesaron suelo de Siria o Jordania, que deberían rechazar oficialmente tal intromisión en su espacio aéreo.


Este ataque, que básicamente fue un fracaso para Irán, ha encendido las alertas y ha motivado anuncios de una represalia del gobierno encabezado por Benjamin Netanyahu, las potencias mundiales del G7, y numerosos Estados alrededor del mundo deploran la agresión iraní. El gobierno de Estados Unidos intenta evitar una mayor escalada, por su efecto en la economía global, el precio del petróleo, la navegación comercial y una mayor polarización en el Oriente Medio.

Ciertamente se debe mencionar la ofensiva militar de Israel sobre la Franja de Gaza, cuya población palestina ha sufrido largos meses de asedio, bombardeos y muerte. Pero fue el ataque de la intolerante Hamás, en octubre de 2023, el detonante de esta operación, durante la cual se han encontrado túneles, búnkeres y armas escondidos incluso debajo de hospitales y edificios civiles. Es decir que con todo y el discurso de defender la dignidad palestina, Hamás se escuda debajo de población inocente. Del ataque de octubre aún quedan rehenes israelíes y varios han sido ejecutados.


Hamás tiene entre sus más fuertes financistas y proveedores a Irán, que nunca antes había emprendido un ataque directo pero sí lleva décadas con una retórica de odio. Acusa al gobierno de Benjamin Netanyahu de haber ordenado una operación armada en Siria, en la que murieron diplomáticos y militares iraníes. No obstante, Israel tiene en sus manos en este momento una difícil decisión: responder por la vía de las armas o guardar la cordura. Esta segunda opción sería, según la derecha israelí, una muestra de debilidad. Sin embargo, también se debe reconocer que, en el plano político interno, proseguir la guerra le conviene a Netanyahu porque mientras continúen las hostilidades no habrá elecciones anticipadas, las cuales probablemente perdería.


En las Naciones Unidas también se avizora una semana difícil, ante la solicitud de una condena contra Irán, lo cual soliviantaría ánimos entre países árabes o islamistas. A la vez, se esperan manifestaciones en contra y a favor de Israel en países europeos, donde existen numerosos cúmulos de población musulmana proclive a exigir los derechos del pueblo palestino. Se debe ser muy claro en que no todos los creyentes del islam están a favor del belicismo; de hecho, muchos predican la convivencia pacífica, pero es innegable la existencia de facciones radicales que aborrecen al pueblo de Israel y también al cristianismo.


Es necesario abrir las puertas al diálogo en cuantos espacios sea posible. Nunca la animadversión ni el odio conducen a resultados constructivos; todo lo contrario. Los propios países del Medio Oriente, que poseen inmenso potencial turístico, han perdido millones de visitantes desde octubre, a causa de los encendidos riesgos. Hombres y mujeres de buena voluntad pueden y deben orar por la paz en esta y en otras regiones en conflicto. Nadie triunfa en una guerra.

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