EDITORIAL

En el San Juan el agua es literalmente vital

La solidaridad de la iniciativa privada se ha hecho presente.

El cortoplacismo, la llegada de ciertos ministros y viceministros venales o ineptos, el abandono de la infraestructura pública a su suerte —que es obviamente mala— y la inercia burocrática son factores que se combinan como moléculas del mal y que finalmente explotan en crisis como la que actualmente se afronta en el Hospital General San Juan de Dios por la falta de agua. Lo más lamentable y abyecto es que las víctimas no son los negligentes que ayudaron a incubarlas, sino el ciudadano que acude, a falta de recursos económicos, en busca de auxilio para sus dolencias y que necesita de una intervención quirúrgica,  de una biopsia y de   una atención aséptica que se  complica por la falta del líquido vital.

     Incluso actividades cotidianas e imperativas, de las cuales el agua es elemento clave, se ven dificultadas: la limpieza de todas las áreas, la preparación de alimentos, el funcionamiento de servicios sanitarios, el lavado de ropa hospitalaria… Considerar esto ayuda a calcular la dimensión de la debacle.

Ahora bien, en toda crisis hay siempre una oportunidad. Lamentablemente, sucesivos gobiernos prefieren parchar las necesidades urgentes y dejan lo importante para un después indefinido,  con lo cual llega el momento en que confluyen otra vez lo apremiante  y lo importante, pero se vuelve a optar por el primero, con un criterio obtuso que, paradójicamente, conduce a un cuadro agudo como el que hoy nos ocupa y preocupa. De cuatro pozos, solo   funciona  uno, debido a la falta de mantenimiento o recambio de las bombas; las tuberías metálicas son vetustas, prácticamente las mismas de cuando fue construido el hospital, con lo cual se han oxidado y generan un doble problema: fugas y contaminación, lo cual hace necesaria su sustitución total.

 La principal barrera para emprender este proyecto es la limitación presupuestaria de Salud, por lo cual las actuales autoridades solicitan viabilizar la ampliación   solicitada al Congreso de la República, que en estos días duerme en sus laureles secos, debido al receso anual, a la falta de criterios de Estado y a las pesadas rivalidades que se cuecen en ese organismo.

 La solidaridad de la iniciativa privada se ha hecho presente, como la donación de cisternas de agua por parte de Castillo Hermanos, así como de la municipalidad capitalina, que también ha enviado camiones con dicho recurso. Es probable que, de emprenderse una sustitución de las tuberías y reactivación de pozos, se necesite prolongar esta asistencia. Sin embargo, este es el momento en que las autoridades del Ejecutivo y Legislativo deben ponerse a trabajar en conjunto y dejar fuera animadversiones, en favor del bien común. El San Juan de Dios es el mayor hospital de referencia del país, que atiende muchos casos que precisan de especialistas o equipo avanzado.  Aún no termina de salir del atasco en el suministro de medicamentos e insumos, que a su vez se debió, en parte, a la mala planificación y compras turbias efectuadas por funcionarios infectados de ambición desmedida.

 También es muy probable que existan procesos de deterioro de tuberías y suministro de agua en otros hospitales, por lo cual es necesaria una criba detallada del estado de esas instalaciones, a fin de planificar su abordaje integral y probo. Hasta la Procuraduría de Derechos Humanos revivió para ir a monitorear esta emergencia, pero mejor haría en hacerse cargo del análisis del resto del sistema hospitalario, con un carácter asertivo y no de asedio politizado. Y lo mismo vale decir de diputados: deben ayudar con propuestas serias y no con shows exhibicionistas.

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