EDITORIAL
Pasos firmes en la dirección correcta
Guatemala se encuentra entre los países con mayores índices de emprendimiento, es decir, altas cifras de personas que se lanzan a fundar, individual o grupalmente, algún negocio de bienes o servicios con el cual buscan llevar el sustento a sus familias, pero también cumplir objetivos de realización humana y profesional. Ciertamente, la necesidad es una maestra implacable y si se le conjuga con la competencia existente en el mercado se generan exigencias crecientes en materia de eficiencia, procesos, talento humano y hasta escenarios de expansión.
En este sentido se torna estratégico el papel del Estado o de fundaciones centradas en el desarrollo integral como generadores, catalizadores y acompañantes de iniciativas empresariales de todo tipo: agrícolas, manufactureras, digitales, de transporte, comercio, alimentarias y artesanales, solo por mencionar algunas de las posibilidades. Ciertamente no se trata de subvencionar, sino de crear procesos industriales en pequeña escala que puedan ser replicados en otras regiones, en un círculo virtuoso de conocimientos, experiencias e innovaciones.
La semana anterior concluyó el programa Scalerator, desarrollado en Quetzaltenango a lo largo del año con la participación de fundadores y colaboradores de 18 pequeñas empresas que recibieron consejos, conferencias y metodologías impartidos por expertos de la Universidad Babson, de Massachusetts. Los emprendedores guatemaltecos aprendieron a descubrir su potencial y también sus limitaciones, con el objetivo básico de incrementar la calidad de sus productos y servicios para poder aumentar su clientela y por ende, sus ingresos. El proyecto forma parte de la Agenda de Desarrollo Urbano lanzada en el 2016, en el Encuentro Nacional de Empresarios, un gran acuerdo que no se quedó en palabras o discursos: se ha mantenido la actividad de apoyo al ecosistema de negocios altense, cuyo radio de acción no se limita a esa región, sino que les abre puertas en todo el país e incluso a nivel global. Dentro de las iniciativas apoyadas hay desarrolladores de programas informáticos, ventas de medicina, una tienda de café y fabricantes artesanales. En todos los casos aumentaron los ingresos de las compañías entre un 20% y un 45%.
Se necesitan más talleres permanentes de este tipo en otras ciudades intermedias, pero debe ser una tarea en la cual la Fundación para el Desarrollo de Guatemala reciba el acompañamiento de otras entidades públicas y privadas, en una sinergia que incentive más emprendimientos. No es una ilusión ni un discurso ilusamente optimista, sino una conclusión emitida con base en resultados tangibles.
Otro caso digno de mención es el apoyo prestado por la Unión Europea a pequeños productores de café y miel de Huehuetenango, para mejorar la calidad, el rendimiento y las posibilidades de comercialización de sus productos, ya sea en puestos físicos de venta o en línea.
El cambio de mentalidad es necesario para apreciar con optimismo estos logros focalizados, que constituyen la semilla de un mejor panorama socioeconómico para áreas rurales o de provincia. Eso sí, los gobiernos deben contribuir con mejorar las condiciones de seguridad civil, facilitar el registro de empresas, proveer de infraestructura digna y ejecutar programas de educación y salud que permitan mantener el vuelo a todos aquellos emprendedores guatemaltecos que empiezan a elevarse con excelencia y calidad.