EDITORIAL

Tiempo para prepararse

Es claro que el entorno de “nueva normalidad” en el turismo global potenciará todos aquellos destinos en los cuales se asegure el distanciamiento, la experiencia de usuario auxiliada por medios digitales y también el ambiente sano, una mezcla que puede coincidir perfectamente con los recursos naturales, históricos y arqueológicos que Guatemala posee desde hace largo tiempo.

Para poder implementar una estrategia de calidad, es necesario comenzar desde ya la inversión en la preservación y acondicionamiento de estos sitios, muchos de los cuales están lejos de centros urbanos, pero que por eso mismo pueden constituir núcleos de desarrollo para las comunidades aledañas que, por supuesto, deben estar capacitadas no solo en la atención de visitantes, locales o extranjeros, sino también actualizadas en protocolos sanitarios, los cuales deben mantenerse más allá del final de la pandemia de coronavirus como un diferenciador adicional de calidad.

Algunos sitios arqueológicos, como Takalik Abaj, en Retalhuleu, o el Parque Nacional Tikal, en Petén, mantienen publicaciones educativas o de corte viral en sus perfiles de Facebook, lo cual es positivo porque puede generar aprobación e incluso comentarios elogiosos, pero se necesita consolidar tal comunicación para hacerla persuasiva. Debe generarse interés en los potenciales visitantes locales pero para la reconstrucción del turismo proveniente de otras latitudes se debe generar información seria, confiable y atractiva en otros idiomas, además de ampliar la oferta con destinos cercanos.

El país todavía no entra siquiera en la fase cero de la reactivación. La pausa puede asumirse como una pérdida de tiempo o también como una preciosa ventana de oportunidad para efectuar esas mejoras en la infraestructura, los servicios y la creación de guías informativas digitales. Además, si se toma en cuenta que de los cientos de sitios arqueológicos del país tan solo una veintena están en condiciones de recibir visitantes, ¿por qué no invertir en la implementación de otros 20 atractivos, rodeados aún de naturaleza y de una ancestral historia que no existe en ninguna otra parte del mundo.

El tesoro turístico guatemalteco va más allá de los vestigios históricos. Existen posibilidades ecológicas de primer nivel en todas las regiones del país, ya sea como alejamiento del mundanal ruido o bien con intereses específicos, tales como el acampamiento al aire libre, avistamiento de aves o exploración astronómica en cielos libres de contaminación lumínica, nichos de mercado que varias naciones explotaban exitosamente antes de la emergencia, pero dentro de las cuales Guatemala puede insertarse como una opción de primer nivel.

Para liderar esta transformación, es necesaria una actitud proactiva y romper los esquemas que han anquilosado el radio de acción del Instituto Guatemalteco de Turismo, el cual debe enfocarse no solo en las empresas grandes, sino pasar a enlazarse con las comunidades. Deberá unir sus esfuerzos con los ministerios de Economía, Desarrollo, Cultura y Ambiente, para pasar de ser simples publicistas de clichés a gestores de una nueva visión de desarrollo local y nacional basado en la conservación de los recursos biológicos y patrimoniales de cada región.

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