EDITORIAL
Urge desarrollo
Con la decisión de México de cerrar las puertas a la inmigración irregular se abre de nuevo un desafío para las autoridades de los países del Triángulo Norte, cuyos gobernantes deberán poner más atención en generar oportunidades de desarrollo, combatir la inseguridad y asignar recursos y esfuerzos a un problema que se ha visto con indiferencia.
La decisión de ya no conceder visas humanitarias puede representar un problema, principalmente para Guatemala, si hondureños, salvadoreños y nicaragüenses insisten en buscar oportunidades en Estados Unidos, pues podrían quedar retenidos en territorio guatemalteco.
' El endurecimiento de la política migratoria de Estados Unidos y México obliga a los gobiernos del Triángulo Norte de Centroamérica a poner más esfuerzos en promover prosperidad.
Editorial
A esto se debe sumar la decisión del presidente estadounidense, Donald Trump, de emitir un decreto ejecutivo mediante el cual declara emergencia nacional la necesidad de obtener recursos de otras dependencias para insistir en la construcción de un muro en la frontera con México, porque según él la migración irregular constituye una seria amenaza para su país.
Aunque difícilmente la migración irregular cesará de la noche a la mañana, estos países no puede seguir prácticamente como espectadores ante un flujo humano incontenible, y aunque se quiera ver tinte político, que puede tenerlo, por supuesto, también hay un alto porcentaje de migrantes que virtualmente están huyendo de las condiciones de precariedad en sus países.
Aunque las caravanas de migrantes se han reducido o han dejado de alarmar en los medios de comunicación, el éxodo no se ha detenido y en la frontera mexico-estadounidense se vive una pesadilla inenarrable, con una presencia inusual de personas en espacios poco adecuados para la existencia, lo cual, al final, solo contribuye a aumentar las cifras de deportaciones, tanto desde Estados Unidos como de México.
Uno de los traumas ya olvidados es la separación de familias, cuyas secuelas marcan la vida de miles de personas y a principios de esta semana se conocía que una guatemalteca, Elena, y su hijo Luis tuvieron que abandonar Guatemala al recibir amenazas de muerte de pandilleros, y al llegar a la frontera estadounidense fueron capturados, separados y puestos bajo arresto, en condiciones infrahumanas, pues el menor permaneció encerrado en una habitación a bajas temperaturas.
Ahora han presentado una demanda contra el gobierno de Donald Trump por el trauma causado como consecuencia de la política de tolerancia cero implementada por Estados Unidos. Como ella, existen al menos tres mil familias en las mismas condiciones que fueron separadas, pero poco se dice de las causas que originaron su huida, pues su hijo había sido amenazado de muerte si no se integraba a las pandillas.
El drama de la migración es inconmensurable y por parte de los gobiernos de la región se mantiene una actitud indolente o cínica, como lo acaba de mostrar el secretario de Inteligencia Estratégica de Guatemala, Mario Duarte, quien en Washington comentó que “los migrantes están siendo utilizados y engañados con fines políticos… que los quieren usar como un ejército de invasión”. Un retrato de cómo se ve desde estas latitudes uno de los más profundos dramas humanos.