LA ERA DEL FAUNO

“El hombre que fue Jueves”

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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El título de esta columna es de la novela de G. K. Chesterton, una pieza literaria rara, como raro es nuestro país. Antes de proseguir, alerto, a quien quiera leerla, que revelaré detalles de dicha obra del escritor inglés.

“El hombre que fue Jueves” tiene una trama que parece absurda, a ratos ingenua, pero cierra con una genialidad insospechada. No se logra entender si todo lo sucedido fue realidad o solo un sueño del protagonista.

El personaje central, Gabriel Syme —el Iván Velásquez de la novela— es policía de Scotland Yard. Para combatir el anarquismo se cuela en el Consejo de los Días presidido por un tipo llamado Domingo. A Syme le corresponde el puesto vacante Jueves.

Comparar esa novela con la realidad guatemalteca puede ser absurdo, pero de eso se trata, precisamente, de identificar qué cables pelados sacan chispas a la hora de hacer contacto.

Los Jueves de Cicig nacieron a partir del 16 de abril de 2015, cuando la Cicig y el MP dieron a conocer el caso La Línea. Entre 2015 y 2016 vino una docena de jueves que instalaron el #JuevesDeCicig como los días en que se han asestado los más fuertes golpes a las estructuras criminales que operan en el Estado.

Lo revelado el 2 de junio pasado fue monstruoso, fue ver el rostro de la bestia. Intuíamos las dimensiones de la corrupción, pero fue como si aún sabiéndolo, a la vuelta de la esquina nos topamos con su cara y hocico descomunales. Ahora ya no sabemos si aparecerá algo todavía más enorme, como esas caricaturas donde los protagonistas atrapan al gorila y pronto advierten que atrás de él hay una pata gigante, es del padre o la madre que lidera una mandada. Más energúmenos del expolio irán apareciendo. En nuestro país se materializa aquella vieja adivinanza “¿Cuántos pelos tiene un mico de la cola hasta el hocico?” La respuesta será “sin cuenta”. Cada pelo es un funcionario o empresario corrupto carcomiendo un cuerpo que se rasca las pulgas. Surgen delatores, y de buena gana, pues se ha desatado la guerra entre corruptos.

En la novela de Chesterton, los personajes tienen la honorabilidad de la palabra. Syme no delatará que el poeta Gregory es anarquista, porque le dio su palabra; y Gregory, por la misma razón, no revelará que Syme es policía. En la vida real guatemalteca, hay una carnicería, un enloquecimiento, cada acusado ve cómo salva el pellejo. Más omertá existe entre los chuchos del carnicero. Diputados se humillan —o fingen hacerlo—, renuncian al Congreso o se acusan; Edgar Barquín ve cómo hunde a su otrora benefactor Chico Dólar. Pero humillarse o sobornar tiene su recompensa. Ahí tenemos a tres exdiputados y un exdirector del Congreso favorecidos por el juez Walter Villatoro, quien al beneficiarlos con arresto domiciliario enciende la luz al final del túnel para consuelo y esperanza de los que siguen en la fila, como Luis Rabbé.

Al llegar al Consejo Anarquistas desde el que se pretende destruir al mundo, Jueves descubre que todos en aquella mesa son espías. Esperemos que a Iván Velásquez no le suceda eso, y menos que al final no sepa si cuanto le sucedió fue un sueño. Esperemos que, semejante a Syme, Velásquez no despierte en su natal Medellín pensando que soñó que vivía en Guatemala y hacía todas estas cosas importantes.

Los buenos libros tienen su toque divertido. Igual, en la conferencia de prensa del jueves la línea cómica la trazó Jimmy Morales. Quiso lucir con sombrero ajeno, se metió a responder algo que ni le preguntaron y aprovechó para exhibir demagogia. Lucía, allí sentado, como ligado a ese proceso, al proceso de la recuperación del Estado, claro.

@juanlemus9

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