ALEPH
El tigre herido
El presidente Pérez Molina está acorralado y solo. Incluso los mensajeros de Washington han venido a recordarle que es necesario atender las demandas ciudadanas que, por cierto, están encabezadas por el “Renuncie, presidente”. Aun así, él declaró públicamente: “Lo más fácil para mí hubiera sido renunciar desde el principio, pero estoy cumpliendo un mandato constitucional que fue dado por el pueblo de Guatemala; y yo voy a respetar ese mandato, no voy a renunciar, voy a seguir en esta lucha”, luego de la captura de su ex secretario general y yerno, Gustavo Martínez.
Primero, nunca es fácil renunciar, así que en su declaración queda evidenciado uno de los mecanismos más usados por la clase política: la instrumentalización de la mentira (el otro mecanismo es la represión). Segundo, parece que no ha leído los artículos 141, 152, 154 y 182 de la Constitución guatemalteca. Artículo 141.- Soberanía. La soberanía radica en el pueblo quien la delega, para su ejercicio, en los Organismos Legislativo, Ejecutivo y Judicial. La subordinación entre los mismos, es prohibida. Artículo 152.- Poder Público. El poder proviene del pueblo. Su ejercicio está sujeto a las limitaciones señaladas por esta Constitución y la ley. Ninguna persona, sector del pueblo, fuerza armada o política, puede arrogarse su ejercicio. Artículo 154.- Función pública; sujeción a la ley. Los funcionarios son depositarios de la autoridad, responsables legalmente por su conducta oficial, sujetos a la ley y jamás superiores a ella. Artículo 182.- (Reformado) Presidencia de la República e integración del Organismo Ejecutivo. El Presidente de la República es el Jefe del Estado de Guatemala, y ejerce las funciones del Organismo Ejecutivo por mandato del pueblo. (El resaltado es mío).
Así que si este pueblo le está pidiendo que se vaya, ¿por qué contradecir a la Constitución cuando sabe que esa misma biblia legal lo señala como el gran responsable del descalabro administrativo y político que vivimos? Además, es cierto que fue electo por una parte de la ciudadanía guatemalteca, pero aún más cierto es que fuimos millones quienes no votamos por el presidenciable del Partido Patriota y jamás nos sentimos cómodos ni representados por su gobierno. Pero lo que es un total sinsentido es que ahora se muestre respetuoso de la Constitución quien ha gobernado quebrantándola una y otra vez.
El tigre está herido y su gobierno ha fracasado. Los zarpazos son fuertes. Y aunque no sea el único gobierno corrupto que hemos tenido, y aunque a la partidocracia guatemalteca haya que leerla en un sentido histórico, diré como se dice ahora, que es un “caso paradigmático” que ofrece muy buena evidencia para comprender el pudridero en que estamos sumidos. Este gobierno es un caso de estudio para cualquiera que quiera aprender sobre mala práctica política; clientelismo y litigios maliciosos; mafias empresariales y políticas; narcoestados y remilitarizaciones en entornos violentos; sociedades complejas y desiguales; redes de corrupción, impunidad e injusticias repetidas, entre mucho más.
Tenemos un par de años por delante para que, en el mejor de los casos, se aplique la ley a las personas ligadas a proceso desde el destape de lo de La Línea. Mientras, podemos comenzar a pedir que cambie la Ley de Amparos, porque el amparismo es uno de nuestros males jurídicos. Podemos mantener los ojos abiertos para denunciar los litigios maliciosos. Podemos insistir en la reforma a la carrera judicial, a la Ley de Servicio Civil, y mucho más. Sin prisa pero sin pausa.
Por ahora, lo que toca es poner la fuerza en los procesos políticos de renuncia y de reforma a la Ley Electoral y de Partidos. Y si aún cree Pérez Molina que debe gobernar para quienes votaron por él, dejo aquí la leyenda de una de las pancartas que leí en la tercera manifestación: “Otto, yo voté por usted. Estoy arrepentido y le exijo que renuncie”.
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