EDITORIAL
En el nombre de la estabilidad
Se está propagando la idea de que para los intereses de Estados Unidos lo más conveniente es que en el país prevalezca la estabilidad en favor de la institucionalidad y que cualquier sobresalto tenga las debidas justificaciones. Esto parece haberle venido bien a sectores que interpretan a su antojo esa versión y de paso bajan revoluciones a la persecución criminal en contra de figuras relevantes.
Tal es el caso de las más altas cortes, donde muchos magistrados y jueces le dan su propia interpretación a lo que ellos entienden por estabilidad, lo cual sin duda será contraproducente, porque refuerza la percepción de que continúa el desgobierno y el abuso de quienes tienen en sus manos la posibilidad de incidir en cambios fundamentales en procesos y maneras de llevar a cabo la gobernanza.
Lo indudable es que quienes tienen conflicto de intereses, como algunos de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, se aparten de conocer sobre procesos que involucran a políticos. Con ello harían un enorme aporte a esa institucionalidad, pero también darían el ejemplo de cómo se debe proceder cuando hay casos en los que pueden dejar más dudas que certezas.
Seguramente, si en el actual Organismo Judicial prevaleciera un mínimo de honestidad, tampoco el magistrado Gustavo Dubón González se habría atrevido a beneficiar a un grupo cuestionable de diputados, con Luis Rabbé a la cabeza.
Pero muchos parecen haber entendido mal el concepto de estabilidad y de fortalecimiento institucional y se están dando a la tarea de complicar más el panorama con sus fallos cuestionables, porque en el fondo transmiten la idea de que la cooptación del Estado no ha retrocedido ni un ápice, e incluso muchos procesos podrían correr el riesgo de fracasar.
Antenoche, durante el Encuentro Nacional de Empresarios, quedó claro en los conferencistas que la lucha contra la corrupción debe continuar firme y que el peso de la ley debe caer sobre los corruptos, lo cual se convertirá en una ardua tarea si quienes deben velar por la aplicación de la justicia se ponen del lado oscuro de la institucionalidad y en favor de las clicas de la política.
Aunque la mayoría de los participantes en ese encuentro trataron de no convertir la corrupción en el eje central de sus presentaciones, fue inevitable que ocurriera, como lo hicieron con más contundencia los expositores extranjeros, quienes no vacilaron en presentar evidencias y un mensaje inobjetable en contra de esa perversión en el servicio público, lo cual tiene nefastas repercusiones sobre la obra pública y el desarrollo humano en cualquiera de sus formas.
Pero acá se sigue legislando y fallando a favor de personajes oscuros que merecen mucho más que la condena pública, porque si los guatemaltecos no somos capaces de someter a la justicia a quienes abusan de sus cargos, cualquier intento de estabilidad se irá por el desagüe y en más de un terreno pagaremos caro por las consecuencias.
El país no está dando muestras de querer combatir de manera efectiva la corrupción, y más bien se percibe un atrincheramiento de las mafias, lo cual terminará por complicar el panorama para todos.