DE MIS NOTAS

Estado fallido anunciado

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Tantas pancartas anunciando culpables hoy, cuando los niños pidieron auxilio ayer. Tantos familiares llorando la pérdida, cuando fueron ellos los abandonadores. Tanta alharaca burocrática de un lado para el otro convertida en papel muerto, tan muerto como los muertos que no pudieron evitar por su negligencia y desorden. ¡Por Dios…!

Y este Estado medio colapsado, con muy pocos burócratas de carrera dentro de las instituciones capaces e idóneos para hacerlo funcionar con eficiencia “es” la razón del actual descalabro del sector público, porque desde hace ¡10 años! los diversos congresos se niegan a aprobar la Ley de Servicio Civil —presentada por Harris Whitbeck—. Una ley de primordial importancia para el desarrollo del sector público.

Y los partidos políticos no la aprueban porque saben que la Ley del Servicio Civil no les conviene, pues interfiere con el sistema politiquero “clientelar” que activamente promueven para pagar sus compromisos partidarios. Por supuesto que no van a aprobar una ley que de la noche a la mañana les impida “colocar” a su fulano o mengano en algún “hueso” público.

“Esos mismos hueseros que hoy fueron incapaces de prevenir esta tragedia laborando en Bienestar Social”.

Con la Ley de Servicio Social eso se acaba. La burocracia se profesionaliza mediante la selección por oposición de los principales puestos públicos. El que más experiencia y estudios tiene, mejor califica para ganar la plaza a la que aspira. Se establece la carrera civil, la cual no está sujeta a satisfacer ese clientelismo infame, sino el del burócrata profesional que desarrolla su carrera con base en la “meritocracia”.

Pero lamentablemente, como reza el dicho, somos “malos para lo bueno y buenos para lo malo”. Desde que entró en vigor la Ley de Adopciones en el 2007, se coartó uno de los más nobles actos que tiene la sociedad para salvar e integrar a núcleos familiares funcionales a niños abandonados. Años después, hasta los impulsores de la ley declararon que habían cometido el error de confiar en que las entidades del Gobierno harían bien su trabajo.

La sentencia sigue siendo lapidaria. Y lo comprueba el hecho de que en aquel entonces, (2012) el Procurador de la Niñez y Adolescencia ya había recibido 5 mil 65 denuncias de violación de derechos de menores que fueron verificadas por 12 investigadores asignados a los 6 juzgados. Multipliquemos por varios miles esas cifras de violaciones de los casos de niños abusados y maltratados que no llegan al sistema, y nos dará una idea de la problemática real.

Escribí hace algunos años una experiencia que retrata el valor de los padres adoptivos: “Frente a mí —en una mesa opuesta—, en el restaurante del Hotel San Carlos, muy cercano a la embajada americana, está una madre sin vientre propio, sosteniendo a un pequeño entre sus brazos. Se mece de un lado a otro, su mirada enfocada en el rostro del infante. Su canto de madre adoptiva llega hasta mi mesa, se clava en mi corazón y ya no puedo seguirle el hilo a la reunión de negocios. Pierdo totalmente la concentración y me fijo en el rostro de esa madre, “más madre, que todas las madres paridas de la Tierra”. Esa madre, que ha viajado miles de kilómetros, gastado miles de dólares, tramitado cientos de horas, entrevistado a innumerables burócratas y que hoy sigue tan dispuesta como hace dos años en querer darle la mano del por siempre a uno de esos niños que ayer vivía en el abandono”.

Abogar por los niños abandonados, los niños no deseados, los niños maltratados, los niños de la calle del futuro, los niños maleantes del mañana, los niños prostitutos y prostitutas que ayer fueron eso y hoy son escoria encerrados en Pavones y cárceles de ignominia con nombres absurdos de “Hogar Seguro” no es epitafio de tumba o eslogan de campaña política, es la página que nos confronta a todos.

alfredkalt@gmail.com

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.

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