LA ERA DEL FAUNO

Gobierno y adolescencia en el Congreso

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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Acaso hemos escuchado aquello de no pedir peras al olmo, cuya traducción más bondadosa es no esperar nada de los tontos. Uno debería cuestionarse seriamente qué se puede esperar de la mayoría de parlamentarios. Hay una minoría comprometida con su función. Son los que están al tanto, por ejemplo, de las propuestas de ley para interceptar aquellas que intentan pasar sus colegas corruptos para favorecerse. Están los diputados que llegaron ya curtidos en asuntos criminales, con trayectoria de asesinatos por investigar, robos, y son expertos en organización de bandas.

Los hay también indiferentes, que pasan por esos espacios y jamás nadie se entera. Estos son un voto, sin persona dentro. Supongo que habrá mediocres; algún estadista muy bien oculto, no sé, pero para lo que quiero referirme, las Reformas Constitucionales —RC—, añadiré que, según se ve, algunos tienen todavía mentalidad adolescente. Se toman los asuntos del país como pleitos personales. Han demostrado en varias oportunidades una conducta infantil, egoísta, o propia de adolescentes cuando sienten desprecio por sus mayores. Se han tomado las RC como instrumento para “vencer” a la CICIG y al MP. Han de irse a la cama pensando cómo terminar con Iván Velásquez y con Thelma Aldana, como cuando los adolescentes sienten odio por sus padres.

Por una parte, los diputados corruptos no quieren cambios porque no les conviene y por la otra están los peones de estos, que no comprenden mucho lo que pasa, pues ni siquiera su definición de Congreso estará configurada, pero saben votar. Puede que tengan una parte del cerebro todavía inacabada, en desarrollo. Lo digo en serio. No me interesa chistar ni ofender —nada tan inútil como quedarse en la fase del chiste o la ofensa, dado que no van más allá del desahogo—. Lo digo literalmente. Quedar en manos de gente así es peligroso. Tienen poder. Son ese subsistema dentro del sistema corrupto, la peonada que rompe quorum, se reporta enferma, vota, según su jefe se lo ordene. Se entretienen conversando, viendo porno, buscando pleitos, fotografiándose con una modelo en el palco diplomático —el caso de Giordano—, o en alegre charla cuando se discute el destino del país.

Lo que obstruyen por estos días es lo más importante de la RC. Hay suficiente documentación para que nos informemos de qué va la cosa. En resumen, se pretende mejorar el sistema de justicia, pues en el actual esta se mendiga. Muchos jueces y magistrados dictaminan según su conveniencia.

La ciudadanía manifestante celebra que sean encarcelados altos funcionarios, pero a los meses hay cierta frustración. La razón es que nuestro sistema de justicia opera injustamente. A más poder, más corrupción. Es lo que se quiere cambiar. Las manifestaciones populares son necesarias porque un pueblo mudo es un pueblo muerto. Las calles llenas, sin embargo, son la mitad del cambio. La otra mitad es la transformación del sistema de justicia para impedir que un compadre nombre a una comadre como magistrada, y esta coloque a sus ahijados como jueces para protegerse cuando le toque. Un ejemplo de todo eso lo tenemos en Blanca Stalling.

Esa transformación no podemos hacerla los ciudadanos. La RC debe ser aprobada por los diputados. Aquí es donde se entrampa la cosa, ya que un grupo de ellos no quiere hacerlo porque perdería la oportunidad de elegir a quienes eventualmente podrían juzgarlo y hay otros con la limitación que decíamos. En ambos casos, son gente peligrosa. No hay que pedir peras al olmo, pero hay que exigir a los diputados que aprueben las reformas o que renuncien.

@juanlemus9

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