PERSISTENCIA

Literatura a la luz del psicoanálisis

Margarita Carrera

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En general toda crítica sobre el arte, por muy objetiva que pueda ser, proyecta la personalidad del crítico, que en última instancia ha de caer irremediablemente en lo subjetivo.

Por lo menos, si no en la metodología que emplea, sí en la escogencia del artista y su obra.

Sigmund Freud, al concebir el psicoanálisis, rebasa los límites terapéuticos. Se lanza, así, a una tarea propia de un crítico de arte que con rigor analiza la obra artística bajo el punto de vista de su controvertido método: el psicoanalítico.

Al hacerlo, sin embargo, introduce una variante jamás empleada antes por crítico alguno: combina el análisis de la obra artística con la vida del artista, con su personalidad.

Es decir, partiendo de la vida del artista llega a su obra o viceversa, pero siempre entrelazando una con otra.

Esto último produce no solo rechazo por críticos y artistas, sino escándalo.

Las verdades que descubre el psicoanálisis continúan siendo tabú aún para muchos hombres y mujeres cultos, y piensan —con una moral que responde a la represión sexual en que los sumerge la civilización occidental, eminentemente cristiana—, que todo análisis referente a la vida íntima, sobre todo sexual, del artista, es una falta de respeto, una atrocidad imperdonable que viene en descrédito del creador.

Freud sabía muy bien de esto, como quien conocía el rechazo de sus pacientes, su “resistencia” a la cura.

Se ha de aclarar que, además, Freud nunca realizó una crítica de arte “con morbosidad”; todo lo contrario: para él, nada más sagrado que las emociones del paciente o del artista, conectadas íntimamente con su vida sexual.

Por ello, los análisis que da a luz, en primer término, jamás violan su ética profesional médica al no dar a conocer acaeceres, nombres y señas de sus pacientes.

En lugar de ello, recurre a algo insólito en un médico: convertirse en un crítico de arte. “Por razones fácilmente comprensibles no me es posible comunicar la mayoría de los detalles de estos y otros historiales clínicos.

Ni quiero tampoco adentrarme en el examen de su analogía con la deformación del carácter, consecutiva a los largos años de una infancia enfermiza, y con la conducta de pueblos enteros de un pretérito colmado de sufrimientos.

Sí señalaré, en cambio, una figura, creación de un máximo poeta, en el carácter de la cual la pretensión a la excepción aparece enlazada al factor de la inferioridad congénita y motivada por él”.

Se refiere a Ricardo III, de Shakespeare, de quien realiza un profundo análisis que nos lleva a comprender las escabrosas pasiones de un ser deformado por la Naturaleza —psicoanálisis aplicado y técnica psicoanalítica: “Varios tipos de carácter descubiertos en la labor analítica—.

En psicoanálisis del arte, Freud analiza la personalidad y la obra de Leonardo de Vinci en el primer capítulo intitulado: Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci.

Luego vienen “El ‘Moisés, de Miguel Ángel; El delirio y los sueños en la ‘Gradiva’, de W. Jensen; Un recuerdo infantil, de Goethe, en ‘Poesía y verdad’, y Dostoievski y el parricidio.

Las “notas” con que cierra esta obra son de importancia, en cuanto revelan la erudición de su autor en el campo artístico —literatura y artes plásticas—.

Ahora bien, en el inicio del trabajo Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci, cree oportuno hacer la siguiente advertencia: “Cuando la investigación psicoterápica, que en general se contenta con un material humano de nivel vulgar, pasa a recaer sobre una de las grandes figuras de la humanidad, no persigue, ciertamente, los fines que con tanta frecuencia le son atribuidos por los profanos.

margaritacarrera1@gmail.com

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