MIRADOR

Llueve sobre mojado

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Viví el Mitch y cuanto trajo. Asesoré durante el Stan y el desastre que causó, y quedé varado fuera del país a consecuencia del Ágatha. Además, experimenté —directa o indirectamente— los efectos adversos de otros fenómenos que provocaron daños materiales y personales. Nada diferente de lo vivido por millones de ciudadanos de este país.

El aprendizaje, a pesar de todo, parece ser insuficiente. La gestión de las vulnerabilidades no es un tema prioritario. De hecho, nunca lo ha sido. Es cierto que la Conred ha incrementado su presupuesto y capacidades, pero no lo es menos que siguen siendo insuficientes. Mientras tengamos que depositar las monedas sobrantes en las alcancías de bomberos que limosnean en la mayoría de los túmulos de las carreteras, estaremos muy mal. Un servicio de protección civil no puede sustentarse en la piedad o en el altruismo. El Estado tiene una trascendental función que es la seguridad de sus ciudadanos y en eso falla de forma estrepitosa, y sin vergüenza.

Por otra parte, la política de construcción de viviendas —la ausencia de la misma, mejor dicho— ha sido tradicionalmente una fuente de corrupción e ingresos extraordinarios en las arcas o en los bolsillos de decenas de alcaldes que descubrieron en ello un pingüe negocio. Analizar el caso de Antigua Guatemala alumbra la anterior aseveración; hacer un cálculo de las edificaciones en Puerto San José, y su consiguiente recaudación por IUSI y derecho de licencias de construcción permite imaginar una estrepitosa cifra que no se ve por ningún lado, salvo en cuentas particulares.

La migración interna (de lo rural a lo urbano) es un hecho que ha sobrepoblado ciertas ciudades. La carencia de suelo edificable hace que se busque el disponible y que las municipalidades no peleen con quienes se asientan en lugares peligrosos o invaden propiedad privada. A fin de cuentas, los votos que aportan para la elección/reelección tienen un valor mayor que la vida de las personas que mueren o desaparecen cuando la naturaleza reclama su espacio.

Da pena ver puentes “provisionales” que se colocaron hace más de una década y ahí siguen, sin que ningún gobierno haya asumido la responsabilidad de sustituirlos como corresponde, al igual que, por ejemplo, el deslave que se produjo en la carretera a El Salvador en 2013, cuyo desvío (también “provisional”) permanece. ¡Y esos son dos ejemplos de cientos!

Doña Chica, una encantadora dama, excelente cocinera y platicadora incansable, ya no volverá a preguntarnos por el sabor de sus croquetas de jamón, de sus papas asadas con romero o de su paella. Tampoco soñará con volver a Sevilla, a España en general, ni a rememorar sus años allí vividos. No sonreirá de esa forma tan peculiar que tenía ni mostrará su enérgico carácter en la cocina, de la que se apropiaba como buena profesional. Un deslave segó su vida y la de dos de sus nietos veinteañeros, como la de cientos de personas.

¡Aquí no ha pasado nada! Nos volcamos en ayudar puntualmente y en una o dos semanas estaremos en un proceso electoral y viendo cómo atender cualquier otra eventualidad. Aprendemos poco y esa cultura cortoplacista hace que avancemos a velocidad de caracol, cuando no de cangrejo. Quizá esto sirva, de una vez por todas, para exigir a los corruptos que roban fondos que se deben hacer las cosas correctamente y en ley. ¿Cuántas casas se podrían haber construido con los fondos robados? ¿Cuántas se pueden construir con el dinero que malgastan los diputados en comidas y licor?

¡Descansen en paz todos los desaparecidos y fallecidos!

ESCRITO POR:

Pedro Trujillo

Doctor en Paz y Seguridad Internacional. Profesor universitario y analista en medios de comunicación sobre temas de política, relaciones internacionales y seguridad y defensa.