PERSISTENCIA

Modernos filósofos rebeldes y trágicos

Margarita Carrera

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Solo a través de estas expresiones y represiones la voluntad de vivir abdica y se anula, entrando el ser en el estado de nirvana: ausencia de todo deseo, rechazo espontáneo a la voluntad de vivir.

El asceta se convierte en el hombre que ha alcanzado el más alto grado de la moral: “aquel, en efecto, que, por la supresión de la voluntad llega hasta la completa supresión del carácter de la especie”.

Para el que logra este ascetismo en la negación de la voluntad: “no queda ante sus ojos más que la nada”, ya que “sin voluntad no hay representación y el Universo desaparece”.

Schopenhauer vendría a ser uno de los mártires (o testigos) que surge de la acción represora y castrante de la civilización. Rebelde y trágico, al mismo tiempo que antropocéntrico, por buscar en la poderosa voluntad, que todo lo dirige, la esencia del ser, y tratar de liberar al hombre del dolor, del cual es víctima inocente por traer consigo o “representar” en sí, ese mundo instintivo ciego y poderoso que, más allá de toda razón, lo gobierna despóticamente.

Federico Nietzsche (1844– 1900) es, sin duda alguna, el más rebelde de los filósofos de la edad moderna. Con él culmina la corriente filosófica grecolatina (dentro de la línea de Heráclito y Lucrecio) que he clasificado como rebelde, trágica y antropocéntrica.

“Su obra —escribe Heinrich Mann en El pensamiento vivo de Nietzsche— es terrible y se ha hecho amenazadora en vez de arrebatarnos como en otro tiempo…”.

Como Mann piensan muchos escritores y filósofos europeos que sufrieron las dos guerras mundiales; sobre todo la segunda, en la que el nazismo tergiversa (o se aprovecha) de la idea del “superhombre” así como de la necesidad de establecer “la cría de una raza más fuerte”, provenientes de la filosofía de Nietzsche. Para mayor agobio, este iracundo rebelde emprende contra todos los valores socráticos y cristianos que imperan en el mundo occidental.

De todas formas, opino que Heinrich Mann, como otros connotados filósofos y pensadores, no han podido comprender (por su total ignorancia del psicoanálisis) cuál es el gran aporte científico, filosófico y artístico que realiza Nietzsche al enfatizar en lo “dionisíaco”, la fuerza de la sinrazón y reconoce el poder que esta ejerce sobre la razón.

Aporte que en lugar de destruir al género humano, lo rescata de la angustia y del miedo de vivir, al develar el oculto pero real y auténtico mundo del inconsciente, dando a conocer así el dramático poder que lo irracional e instintivo tiene sobre la mente humana.

Sin Schopenhauer, que trasciende en Nietzsche y lo marca, coloca a la “voluntad” (entendida por él como fuerza vital e instintiva) en el centro del Universo y la constituye en el principio que gobierna el mundo; asimismo, Nietzsche rescata el valor de la Naturaleza o “physis” (único mundo existente), que yace marginado y desvalorizado por la filosofía tradicional, racional y teocéntrica; tiempo que proclama su veneración por un nuevo dios anticristiano: Dionisos, que es la representación del mundo pagano, por lo tanto “Titánico y bárbaro”, quien representa el desborde de las pasiones, “la expresión de las emociones más altas y fuertes…”.

La crítica que Nietzsche realiza de todos los filósofos tradicionales es demoledora: “Todo lo que los filósofos han manejado desde hace milenios fueron momias de conceptos; nada real salió vivo de su mano. Los filósofos matan, disecan; esos señores idólatras del concepto, cuando adoran, son un peligro para la vida de todas las cosas… Ahora bien: todos ellos creen y creen con desesperación, en el ser. Mas como no se pueden apoderar de él buscan las razones de por qué huye de ellos”.

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