IDEAS

Sensatez ante el maniqueísmo

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El conflicto entre el Gobierno y la Cicig continúa caldeándose y todos los demás pagamos los platos rotos. Los ánimos de muchas personas alrededor de este conflicto, que algunos han convertido en una lucha maniquea, también se han soliviantado con la resultante polarización que nubla el entendimiento —como ejemplifiqué en mi artículo de la semana pasada—. ¿Hay alguna salida posible ante el creciente conflicto? Tengo serias dudas, pero aun así  hago un llamado a la sensatez.

"Deben acordar pacíficamente los términos en que operará la Cicig el año que le queda".

El problema siempre son las posiciones extremas. Para algunas personas no hay más solución que la Cicig se mantenga ad eternum en Guatemala, con Iván Velásquez al frente. Para ellos, quien apoye cualquier otra opción es un vil miembro del “pacto de corruptos”. Para otras personas, por el contrario, la única opción viable es que tanto Velásquez como la Cicig sean expulsados de Guatemala, para conservar la “soberanía” y evitar que la “conspiración de la izquierda radical, financiada por George Soros, tome el control del país”. Para ellos, igualmente, quien apoye cualquier otra opción es un “chairo vendepatrias”.

Como suele suceder, esas posturas extremas son las que hacen más bulla —especialmente ahora, en la era de las redes sociales y de los netcenter— y quieren aparentar como que “toda” la población los apoya y está en alguno de los dos bandos. Pero la realidad es muy distinta. Para principiar, la gran mayoría de la población es indiferente a lo que sucede en el ámbito político. Les preocupan cosas más urgentes como de qué van a vivir en los próximos días, si van a encontrar trabajo o si van a tener que arriesgar su vida para buscar el sueño americano, ante la falta de oportunidades que tienen enfrente.

De la minoría que sí se interesa por lo que sucede en la polis, creería que un buen porcentaje no son partidarios de la posición maniquea de “si no estás conmigo estás contra mí”. Sí están muy preocupados por la situación política del país, les preocupa la situación económica en el país, están molestos por la corrupción reinante, están contentos con que se persiga a los corruptos; pero han quedado como la lechuga del sándwich entre ambas posturas extremas. Yo me incluyo en ese grupo. No soy fan de la Cicig, no soy fan del Gobierno, menos soy fan de los pícaros políticos; he denunciado por más de un cuarto de siglo la corrupción y sus raíces.

El problema es que las consecuencias de la confrontación las sufrimos todos. Y por ello creo más que necesario hacer un llamado a la cordura para que la situación no se complique más. En medio de todo este conflicto, me parece que António Guterres —que para nada es santo de mi devoción— ha sido quien se ha comportado de manera más mesurada y prudente. La decisión de mantener en el cargo a Iván Velásquez, pero que no regrese a Guatemala, fue una forma diplomática de tratar de solucionar el asunto.

Y ahora, luego de la “aclaración” de la CC —que lo único que demuestra es que desde el principio fue ambigua—, en la conferencia de prensa de ayer repitió su propuesta de que Velásquez se quede fuera y su anuencia a negociar con el Gobierno y a reunirse la semana entrante con Jimmy, cuando vaya a la Asamblea —si lo va a cumplir o no, no lo sé, pero espero que sí—.

Creo que esa es la ruta a seguir. Sigo sosteniendo que prohibir el regreso de Velásquez fue un error del Gobierno. Ahora hay una nueva oportunidad para enmendarlo. Deben acordar pacíficamente los términos en que continuará operando la Cicig en el año que le queda. Y luego de eso, dedicarnos todos a sacar adelante al país. Ya no podemos continuar en la ruta de destrucción en que nos encontramos.

Fb/jjliber

ESCRITO POR:

Jorge Jacobs

Empresario. Conductor de programas de opinión en Libertópolis. Analista del servicio Analyze. Fue director ejecutivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).