TIERRA NUESTRA

Reflexiones políticas urgentes

Manuel Villacorta manuelvillacorta@yahoo.com

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El siglo veinte registró cuatro periodos de trascendental importancia: 1. En sus inicios dictaduras implacables (Estrada y Ubico). 2. Una revolución política y económica (1944-54) que nos introdujo al modernismo regional. 3. Un conflicto armado interno que marcó a toda nuestra sociedad con sus secuelas de dolor, confrontación y destrucción. 4. El inicio de una transición política (1986), que aspiraba la construcción de una Guatemala reconciliada, desarrollada y democrática. Todos esos sucesos sumados, le dieron el carácter a la Guatemala de hoy. En cierta forma, somos también el pasado. Pero concretamente ¿Qué somos? Y si fuese posible determinar qué somos como producto de nuestra propia historia, la pregunta inmediata e ineludible sería: ¿Hacia dónde vamos?

Ciertamente la sumatoria de hechos y experiencias quizá en un balance final, no sea favorable para nuestra sociedad. Nuestro modelo económico se estancó, no da para todos, no pudo subirse al veloz tren de la cambiante, dinámica y desafiante economía global. Vivir de los 7 mil millones de dólares que envían los guatemaltecos radicados en EE. UU., nos perfila como dependientes y vulnerables. Y que expresar de nuestras instituciones públicas: ineficientes y corruptas. De 1986 a la fecha todas las administraciones de gobierno han venido a menos, degradándose hasta llegar a este estado de incertidumbre y resignación en el que nos encontramos. Hoy Guatemala es un barco sin tripulación, sin bitácora y sin objetivos. En lo social, nuestros indicadores compiten cerradamente con los peores provenientes de los países más atrasados. Para el mundo desarrollado somos un “país problema”, como lo ha expresado el actual presidente de EE. UU., a pesar de que la diplomacia guatemalteca en vigencia, acató todos los dictados provenientes de ese país. ¿Podemos y debemos los guatemaltecos honestos seguir soportando esa realidad? ¿Seguiremos de brazos cruzados observando la implacable destrucción de una patria que se convierte en el todo tener para nuestros millones de jóvenes y niños? ¿Permitiremos que ese modelo político perverso vuelva a reproducirse una vez más, como lo ha hecho desde que se estableció esa pérfida “democracia formal” en nuestro país? ¿Seguiremos esperando pacientemente que los países desarrollados, las organizaciones internacionales o la CICIG resuelvan nuestros históricos y cada vez más complejos problemas económicos y sociales?

Creo que no. Ha llegado el momento de que todos los guatemaltecos hagamos un alto en ese accidentado camino, que tanto nos ha confrontado y destruido. Ha llegado el momento de darle paso a un nuevo liderazgo político totalmente ajeno a la partidocracia corrupta de siempre. Ha llegado el momento de articular un proyecto político nacional que articule los intereses de todos nuestros sectores, accediendo a ceder espacios para garantizar lo más importante: el interés nacional y social por sobre todas las cosas. La confrontación, la violencia, la intolerancia y la división, sólo reproducirán nuestra tragedia, incluso, profundizándola. Las cicatrices —como lo expresa el cantante y poeta León Gieco— no ayudan a andar. No podrán ser borradas, pero tampoco nos pueden impedir el derecho a construir una Guatemala mejor. Quiénes ya pasamos de los 30 años de una u otra forma ya hicimos historia nacional. Pero los millones de niños y jóvenes guatemaltecos por el contrario, deben de recibir ese lienzo blanco y colores vivos, para que con nuestra tolerancia y responsabilidad, les permitamos hacer su propia historia. La historia justa que por años irónicamente, nos hemos negado nosotros mismos.

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