ALEPH
Sin prisa pero sin pausa
“Disculpen las molestias. Estamos en Revolución”, decía el cartel que sostenía el joven subido en el pedestal sobre el cual se iza la bandera colocada en la que ahora sí da gusto llamar Plaza de la Constitución. Muy cerca, una señora que venía desde Cobán y traía su comida, preparaba tortillas con salsa para sus pequeñas hijas. Más allá, algunas jóvenes portaban un cartel que decía: “A los ‘hijos de papi’ también nos importa Guatemala”.
Bastan esas imágenes para hablar de la Guatemala diversa que se sumó al paro que por más de doce horas llenó las calles y plazas de todo el país. Se calcula que más de 250 mil personas, todas unidas alrededor de temas como la corrupción, la renuncia de Otto Pérez y la justicia, se sumaron a este clamor ciudadano. Y digo ciudadano, porque la condición de ciudadanía implica que, desde nuestros derechos y deberes, nos relacionemos con la sociedad en que vivimos. Por primera vez en décadas nos relacionamos más allá de nuestras diferencias. Y hay que agradecerle a las señoras de los mercados, que fueron las que dieron el ejemplo esta vez y cerraron sus negocios primero que nadie, días antes del histórico jueves.
Pero esto no termina aquí. Luego del paro, ¿qué más? La corrupción no se termina solo porque lo deseamos, y muchos de los mismos políticos de trayectoria oscura se postulan para las elecciones de la próxima semana; algunas de las grandes empresas siguen evadiendo impuestos y poniendo y quitando presidentes, ministros y funcionarios para asegurar a sus testaferros de turno; gente sin capacidad sigue apostándole a la política como vía pronta para el enriquecimiento y la escalada social; el sistema de justicia se tambalea y el Estado clientelar pervive en un marco de violencia, miseria e impunidad. No se ha entendido que la igualdad se desea para tener las mismas oportunidades, no para que todos tengamos, hagamos y pensemos lo mismo. Ya lo decía otro cartel en manos de una jovencita: “Violentos son los que provocan la desigualdad social, no los que luchan contra ella”.
Paciencia. Ganamos conciencia ciudadana, pero nos falta ganar país, patria, territorio, democracia. Estamos en ello. Sin prisa, pero sin pausa. Ese día fue histórico para Guatemala, y tendremos que ir encontrando los temas comunes que nos unen. Por ahora, en el horizonte cercano, tenemos cuatro cosas a las cuales no podemos quitarle el ojo de encima: el antejuicio a Otto Pérez Molina (y a otros más), las elecciones, la corrupción de los últimos meses del 2015, y la legitimidad con que entrará a hacer gobierno el próximo grupo de políticos.
En el caso del antejuicio, nuestros ojos deben ponerse en el Congreso, sobre todo en la Comisión Pesquisidora elegida para tal propósito. Por cierto, me quito el sombrero ante la diputada Nineth Montenegro por tomar el hemiciclo ayer y forzar a los otros cuatro títeres a hacer su trabajo. Estamos con ella. En el caso de las elecciones, ya dije que no voy a votar porque este proceso nació muerto y con una serie de irregularidades, lo cual se ha ido profundizando. Pero para quienes votarán, recordar que el voto cruzado es una buena opción, sobre todo en el ámbito de esa “Guatemala profunda” de la cual habló Pérez Molina. Hay que exigirle al Tribunal Supremo Electoral que haga bien su trabajo, aunque ya es tarde para que haga historia. En el caso de la corrupción, tratar de frenar acciones como la que hizo ahora Tigo poniendo a sus testaferros a cargo del Ministerio de Economía y de Pronacom, entre otras que no vemos pero se están dando. La normativa de este país tiene muchos candados legales que impiden hacer las cosas bien, y hasta parecería que fue diseñada para actuar mal.
La legitimidad del próximo gobierno ya está en cuestión, porque todos los candidatos punteros tienen mucha cola machucada, aún los “nuevos”. Aquí es donde entra la ciudadanía, que ya sabe que también tiene en sus manos la historia de Guatemala. Ojalá un día sociedad civil y sociedad política caminen en meridiana armonía; ya otros países lo han logrado. Vamos poco a poco, sin prisa pero sin pausa. Ya no más silencio y apatía. Eso me lleva a otro de los carteles que vi en el histórico paro del jueves 27 de agosto de 2015: “Shhhh ¡Está hablando el pueblo!”
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